En 1996, tres años antes que se festejase el centenario del nacimiento de Ernest Hemingway, el mundo heminguayano, los devotos, los lectores, los investigadores y los especialistas recibieron una noticia impactante: El arquitecto Agapito Borrás en un artículo escrito para el diario La Vanguardia aseguraba y daba los fundamentos para ello, de haber hallado a la María de carne y hueso que habitara la ficción literaria con idéntico nombre en la novela “Por quien doblan las campanas”. Más allá que al texto de Borrás se le llamase “artículo-teoría” y este dato apareciese cincuenta y cinco años después de los tristes sucesos de la Guerra Civil, la noticia conmovió de distinta manera a unos y a otros.
El relato histórico dice que una atractiva y dinámica joven llamada María Sanz, que por esa época estaba entre los 16 y 19 años de edad, trabajaba en un hospital de Mataró, en la localidad de Barcelona. Allí María era una enfermera con gran vocación de ayuda, asistiendo a los brigadistas heridos en los cruentos enfrentamientos militares. Para este contexto aparecen dos datos significativos: El primero es que un Ernest Hemingway, ya con un aura de prestigio, se encuentra con ella y sigue de cerca sus actividades de cuidado y asistencia. Es posible que allí comenzara a nacer en la mente siempre despierta del escritor, el molde vital para la heroína de la ficción. El segundo es que según el escritor español Manuel Puig, María Sanz se había enamorado de un brigadista sueco ¡Conductor de una ambulancia! ¡Otra vez la sombra de “Adiós a las Armas” y el recuerdo de Ernest y Agnes!
La retirada de las brigadas, integradas por ciudadanos de más de cincuenta países y la segunda gran guerra, los separó sin posibilidades de un reencuentro. Cuando Borrás escribe su artículo María Sanz tenía 76 años y seguía residiendo en Mataró aún cuando había nacido en Alberca en donde vivió hasta los seis. Luego con su familia se instalaron en Mataró el lugar en que la halló años después la guerra civil.
A todo esto, ¿Qué hace Hemingway? Un año después de concluidas las hostilidades fratricidas en España, en octubre de 1940 Hemingway publica la novela en la que venía trabajando y que sin ninguna duda lo catapultaría definitivamente como escritor y a la vez tendría ventas increíbles para la época: “Por quien doblan las campanas”. La novela tiene como ámbito la Guerra Civil Española. La historia, desarrollada con maestría por Hemingway tiene el condimento típico del autor como es la acción y en este caso la acción bélica. Pero, paralelo a ello, se halla una historia de amor como símbolo de lo eterno y de lo sagrado. El autor y no hay que explicarlo mucho, logra todo lo que se propone: Muestra la maldición de la guerra, la necesidad de la paz, la fraternidad humana, el amor por el prójimo, el amor pasional por el otro, y aún en la muerte, la fuerza de ese amor como el poder más potente que moviliza a la humanidad. Roberto y María se vuelven símbolos pródigos en interpretaciones y comentarios.
Acá el entorno cinematográfico no es poca cosa. La obra captó el interés de Holliwood y el director Sam Woods fue el encargado de llevarla a la pantalla. Como detalle conviene apuntar que el director iba a ser Cecil B. De Mille pero Hemingway no lo aceptó. Otro dato anexo: Mientras Hemingway cubría como periodista en 1937 la guerra civil, en Estados Unidos se publicó su novela “Tener y no tener” que, en 1944, fue también llevada al cine esta vez por Howard Hawks.
Volviendo al presente: Hace pocos días se estrenó en Cannes, fuera de competencia, la película “Hemingway & Gellhorn” a la que no referimos en comentarios anteriores. No es porque sí esta mención. “Por quien doblan las campanas” está dedicada a Marta Gellhorn, su esposa en ese momento. Es tan solo otro detalle.
Pero también hace pocos días, casi coincidente en las fechas, el corazón de María Sanz, aquella joven que inspirara al escritor, dejó de latir para siempre allá en Mataró, en donde todavía residía a sus jóvenes 92 años.
Desde muy lejos, pero sintiéndome muy cerca, quisiese parodiar a John Donne y recordar a esta mujer cuyo espíritu fue el arquetipo para que el gran escritor la eligiese, para la eternidad, como la heroína de “Por quien doblan la campanas”. Hoy, de ella, solo quiero decir: Las campanas doblan por ti, María.
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PD: Dos tapas para el recuerdo. “Por quien doblan las campanas”, sobria presentación de su edición en español de 1944. Luego la edición de 1964, con Roberto y María en la tapa. Detalles de ambas se hallan en este mismo sitio en el link “Recuerdos de Ernest Hemingway”. Véase “Reencuentro con viejas ediciones…”páginas 40 a 43.