¿Cómo calificar el hecho? ¿Es un lujo literario?, ¿Es un lujo editorial?, ¿Es un lujo intelectual y académico? Es todo ello y bastante más. Llega a las manos del público en general, una versión de “Adiós a las armas” de Ernest Hemingway, que contiene nada más ni nada menos que los 47 finales que ensayara el autor de la obra hasta quedarse con uno. Toda la información que contiene como anexa a la novela no ha sido vista por el público en general ya que a ella sólo tienen acceso los investigadores, los académicos o algún que otro interesado en la obra de Hemingway.
El esfuerzo por difundir la información que se halla en estos ricos archivos es superadora, tanto por parte de los Hemingway como por la tarea editorial de Scribner firma ligada editorialmente al escritor, pero afectivamente también. Cabe recordar que “El viejo y el mar” tiene una dedicatoria a Charlie Scribner y Max Perkins.
Cuando George Plimpton entrevistó al escritor en 1958 para la serie de reportajes de The Paris Review le preguntó: “¿Reescribe mucho?” Y este le respondió: “Depende. Reescribí el final de “Adiós a las armas”, la última página, treinta nueve veces antes de quedar satisfecho.” Sin embargo parece que no fue así y que el escritor olvidó el número preciso de “finales” pergeñados. Habían transcurridos 29 años de la publicación de la obra cuando se produce esta entrevista y es lógico que el autor no recordara con precisión el número de finales. No tiene mucha importancia si se piensa que solo con una docena de ellos bastaba para alimentar la curiosidad y la investigación de como escribía y como trabajaba una idea o una expresión.
Según el New York Times, Bernard S. Oldsey, un estudioso de Hemingway listó 41 finales y lo publicó en su libro “Hemingway’s Hidden Craft” (“La destreza oculta de Hemingway”)
Por su parte, Sean Hemingway, nieto del escritor que es curador de arte grecoromano en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York se impuso una línea de trabajo que dio nuevos aportes al tema. En efecto, investigando en la Colección Ernest Hemingway de la Biblioteca y Museo Presidencial John F. Kennedy en Boston, halló que las variaciones eran 47, como así también encontró y recopiló apuntes del escritor. Un trabajo impecable si se tiene en cuenta el tiempo que demandó y la revisión de innumerables papeles con apuntes o notas
“Adiós a las armas “fue escrita por Hemingway en la década del veinte y refleja en buena medida su experiencia en Italia en la Primera Guerra Mundial y también su amor por la enfermera Agnes von Kurowski. De allí que es casi redundante hablar de los legítimos y no legítimos elementos autobiográficos que contiene. Las personas-personajes aparecen bajo los nombres del militar Frederick Henry y la enfermera Catherine Barkley. Henry es un militar norteamericano que conduce una ambulancia que transporta heridos en el frente italiano. En tanto Barkley es una bella enfermera inglesa. Ambos se hallan inmersos en las vicisitudes de la guerra. El amor nace entre ellos en un mundo donde la destrucción, el dolor y la muerte es la constante cotidiana de la vida de cada ser viviente que habita en esa zona. En ese dramático momento, su mundo, el mundo de la pareja de enamorados, contrasta entre ese amor apasionado que los une y el odio manifiesto y sanguinario que los rodea en forma implacable. Según la editorial, está considerada como la mejor novela surgida de la Primera Guerra Mundial.
La obra fue publicada en 1929 con una tirada inicial de 31000 ejemplares y fue el primer éxito de ventas de una obra de Hemingway. Muchos años después en 1948 se hizo una tirada limitada que estaba ilustrada y tenía un prefacio escrito por el autor. Como pasaría después con otras obras, el cine quiso tener su versión. La primera fue en 1932 con Gary Cooper y Helen Hayes, bajo la dirección de Frank Borzage. La segunda fue un cuarto de siglo más tarde, en 1957, con Rock Hudson y Jennifer Jones dirigidos por Charles Vidor.
Hoy a 113 años del nacimiento del escritor (21 de julio), a 51 de su muerte (2 de julio) y a 83 de la publicación de la obra (27 de septiembre), hace su aparición un trabajo académico-editorial casi sin paralelo en el mundo literario.
Tras las conclusiones de Sean Hemingway y un acuerdo con la imprescindible Scribner (tratándose de Ernest se puede calificar así) filial de otra gran empresa como es Simon & Schuster, se lanza al mercado un redivivo “Adiós a las armas” con características excepcionales. Con el título de “A Farewell to Arms: The Hemingway Library Edition” (“Adiós a las armas: La Edición de la Biblioteca Hemingway”) la novela ya está a disposición del público con más de 300 páginas y con todas las características de un volumen de colección, de esos que no pueden faltar en ninguna biblioteca que se precie de tal. Así el libro lleva el por entonces atrevido diseño de la tapa original: Una pareja con sus cuerpos semidesnudos, aparentemente dormidos trasmitiendo el embeleso de un momento de amor. El volumen contiene el texto original más anexos con los consabidos 47 finales incluido el “Fitzgerald ending” como número 34 sugerido por Francis Scott Fitzgerald en ese momento muy ligado a Hemingway. Ambos matrimonios, los Hemingway y los Fitzgerald compartían muchos momentos e incluso viajes. Pero también incluye textos del autor que el cambió, o modificó o eliminó. Todo un trabajo escrupuloso de recopilación que incorpora los facsímiles de las páginas de la introducción de la edición de 1948, a la que se hizo referencia anteriormente. También se hallan títulos alternativos que el escritor fue anotando como posibles para la novela.
El nieto, Sean Hemingway, que hizo este laborioso trabajo brinda una Introducción a esta nueva edición y Patrick Hemingway de 84 años, el único hijo del escritor que sobrevive, escribió el Prefacio.
No hay noticias, por ahora, sobre las traducciones de la obra que, con seguridad, serán demandadas por lectores de diversas partes del planeta.
Sin ninguna duda, es un tesoro para la literatura académica y no académica. Se puede hablar de un Hemingway redivivo con sus textos no tocados por nadie.
En mi humilde opinión supera todos los lanzamientos efectuados hasta ahora con obras del gran escritor que estaban en distintas etapas de desarrollo y que de una forma u otra debieron ser intervenidas. En este caso es diferente: Se trata de textos que no han sido abordados, salvo para su publicación. Son textos vírgenes, que conservan los sentimientos y la espiritualidad del autor en el momento de ser escritos. Son trozos de papel que conservan los fantasmas de la escritura, ocultos, a veces en una línea, a veces en una palabra.
Por eso Sean Hemingway insiste que “esta edición interesará a las personas aficionadas a la literatura y a aquellos que tratan de escribir sus propias obras”. Pero también permitirá a los investigadores trabajar la parte más exquisita de la escritura como es visualizar al autor a través de textos variados orientados hacia un solo objetivo: Hallar el más adecuado. Pero ¿Fue así?
Tratándose de un autor puntilloso como Hemingway quizás eligió el que menos le disgustó. Recordemos que su fama se cimentó en la insaciable búsqueda de la palabra justa y en el cuasi ritual de recortar textos hasta quedarse con el 10 por ciento de lo que escribía. No es solo un concepto de la economía o la avaricia de las palabras. Es algo diferente. Es algo exquisito: Es decir lo justo con las palabras justas. Tomemos un modelo; No es una cuestión de número. ¿Se trata de diez palabras? Si, de diez. Ni de once ni de doce. De diez y buscadas, seleccionadas, elegidas, aplicadas y también miradas y escuchadas como un cuadro o una partitura musical. Cuestiones estas que entre si se parecen mucho. Esas diez palabras han quedado allí. Están en el lugar que ocupaban varias decenas. Estas ya no existen. Aquellas las suplantaron y ocuparon el sitio buscando lo que el escritor quería decir. Ahora bien, ¡Cuanta tozudez y cuanto talento! ¡Qué lección para los aprendices y para algunos que no lo son tanto!
¡Bienvenida esta edición excepcional de “Adiós a las armas”, en el 113 aniversario del nacimiento de “Papá”, “El Viejo”, Ernest Miller Hemingway!
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