Sábado 21 de septiembre, día poco soleado para festejar con el comienzo de la primavera aquí en la Argentina, en el hemisferio sur del planeta. Desde temprano Google informa que una historia inédita de Ernest Hemingway será publicada en breve.
El informe es de Scott Simon en www.npr.org y se titula “Hemingway’s rejected early work is fit to print after all”. Simon explica como un relato de Hemingway de 1924 fue rechazado por la revista Vanity Fair y ahora aparecerá en Harper’s Magazine. El texto de unas cinco páginas está titulado “My life in the bull ring with Donald Ogden Stewart” (Mi vida en el ruedo taurino con Donald Ogden Stewart) y fue escrito por Hemingway cuando el tenía unos 25 años. Por supuesto que el actual editor de Vanity Fair deseaba publicar la historia antes que apareciera en octubre en el nuevo volumen (el segundo) de cartas del gran escritor. Pero Patrick el hijo de Hemingway que maneja la propiedad intelectual de su padre se opuso con palabras no precisamente afectivas hacia la revista que en su momento, hace 89 años, había rechazado el texto por razones que hoy se llamarían “estilo”, “línea editorial” etc. Patrick argumenta que Vanity es una publicación más que nada para amantes del lujo. Habría que preguntarse qué hubiera dicho su padre cuyos lujos, lejos de la ostentación, están en toda su historia personal con una gran riqueza cultural. Habría que decir también que el lujo en sí mismo no es execrable. Incluso, a veces. es una necesidad, tan humana como todas las demás.
Dos días más tarde otro informe, esta vez en español también habla de este nuevo texto. Sin autor explícito aparece en www.libropatas.com y confirma lo expresado por Simon quien ha omitido decir que el relato fue hallado entre las cartas de Stewart. Todo hace pensar que Hem se lo envía o entrega a Stewart. El biógrafo de Hemingway James R. Mellow citado mas adelante aquí, menciona a Stewart como un “…former Vanity staff writer”(miembro formal es decir de planta, de los redactores de Vanity, quizás un columnista permanente) y este confiesa en sus diarios que no hizo nada al respecto. No obstante la historia llegó a Vanity con una carta firmada por el propio Hemingway quien quizás la envió más allá de la presencia del intermediario mencionado
No quedaba sino esperar. La espera es larga. Debía concluir septiembre y correr octubre. El 26 de octubre por lo menos es lo que me consta Harper’s Magazine (hay que entrar a Harper’s Magazine y cliquear donde dice Blog, Browsing October 25,2013…”My life in the bull ring…”) publica no sólo el texto del cuento, sino que lo completa con el de la carta que acompañaba el cuento y además una breve introducción de uno de los editores del segundo volumen que compila las cartas del escritor del periodo 1923-1925. Por si algo faltara Harper’s agrega una parte del manuscrito original del relato como una cortesía de Cambridge University Press quien publicará este mes el citado tomo. La foto de tapa del mismo muestra un joven Hemingway desafiante acorde a la edad y época de referencia del volumen. La foto es de la colección que se halla en la Biblioteca John F. Kennedy en Boston. De paso cabe mencionar que también fue empleada como foto de tapa de la documentada biografía de James R. Mellow, autor mencionado anteriormente quien, también de paso, cita a Stewart en varias oportunidades y en variadas situaciones.
En esta nota, la traducción del título es personal. Habrá que aguardar traducciones de especialistas para poder acceder al texto en forma idiomática correcta.
Como otros, no es un texto complicado. Al contrario. Es una sátira bastante lograda sobre un tema al que el mismo Hemingway llamará más tarde y en algún momento “Una tragedia”. Hay un detalle. La estructura del texto llama la atención. Si el lector lo imprime en papel y lo aleja un poco más allá de su campo de lectura, se dará cuenta que se halla enfrente de una serie de líneas de palabras. Son como telegramas que van trasmitiendo la acción que se desarrolla. Ese es Hemingway. Es, el mismo, en acción. En una línea. Breve. Conciso. A veces extraño, a veces estúpido. Como es la vida. Muchas veces, aparentemente, sin sentido. También en una línea.
Antes de concluir me siento en la obligación de dedicar por lo menos unas palabras sobre este señor que nadie aclara quien es y que se da el lujo de aparecer en el título de un cuento de Hemingway. ¿Quién es Donald Odgen Stewart? Las publicaciones e informes recientes no muestran fotos de el con Hemingway pero si se sabe mucho acerca de su vida. Stewart nació 5 años antes que Hemingway y lo hizo en Ohio en un contexto de familia acomodada y como referencia ineludible hay que decir que estudió en Yale. En la guerra sirvió en la marina y en la post primera guerra estuvo en Europa, pero para ese momento ya escribía notas y empezó a ensayar con esas novelas satíricas muy de época que gustaban por el estilo y el fondo humorístico social. Se “encontraron“, es un decir, con Hemingway y confraternizaron. Ambos eran norteamericanos, ambos escribían y ambos gustaban de Europa y además ambos habían sobrevivido a la primera masacre mundial. Demasiadas cosas en común. La trayectoria de Stewart es extensa, prolífica y exitosa. Falleció en 1980. Vale la pena leer sobre el. Hay una autobiografía bastante completa que muestra que fue un personaje en el mismo Hollywood y que tuvo sus momentos tanto de luces como de sombras. Más allá de todo ello nada ni nadie puede quitarle sus logros y méritos en el mundo del cine, del teatro e incluso en la literatura.
En cuanto al asunto del artículo, Stewart puede haberlo tomado a la ligera, figuraba su nombre en el título, o no estaba muy de acuerdo en que así llegara a Vanity Fair. Es muy posible que a la revista tampoco le gustara el protagonismo explícito de un columnista. Es una interpretación. Nada más. También es posible que no estuviera en un todo de acuerdo con el autor. ¿Podían existir celos profesionales por invadir Hemingway con su estilo, un área como la satírica, que ya era ejercida por Stewart? Y en esa misma línea también es posible que Hemingway, con poca experiencia, sólo quisiera halagar a Stewart y dedicarle el cuento empleando su nombre en el título. Es una hipótesis. Pero la realidad del momento también podría mostrar que Hemingway quizás necesitaba más de Stewart que este de él. El relato podía abrir puertas todavía muy cerradas para el futuro Premio Nóbel. Es todo un tema para profundizar y en algún momento los especialistas y los investigadores dirán algo sobre la cuestión.
Parodiando al autor del informe, Scott Simon, diría para concluir que, bien merecidos, Hemingway vivió muchos lujos en su vida. Pero el escribió magníficamente lo que vivía. Y nosotros podemos decir que el los vivió para que nosotros podamos leerlos.
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