No me molesta decirlo: No esperaba a esta altura de mi existencia un testimonio sobre Hemingway como el que brinda René Villareal en una entrevista imperdible tanto para los historiadores de la vida de Hemingway, como para sus críticos acérrimos, como para los que siguen su literatura.
Grace Piney, Editora de martínoticias.com logra una entrevista de primer nivel al encontrarse primero con René Villareal bien llamado “El hijo cubano de Ernest Hemingway” y luego un diálogo con su hijo Raúl que rescata el valor de la relación de René con “Papá” y la publicación de un libro en inglés sobre el tema que está en vías de traducción. Además un detalle muy particular: El homenaje a René Villareal en el XV Coloquio Ernest Hemingway a realizarse en los próximos días en La Habana.
De todo ello insisto en el valor testimonial de la entrevista y lo hago porque me afecta directamente. La periodista rescata algo que fue un argumento sumamente empleado en contra de Hemingway en mis conversaciones sobre él a posteriori de su muerte. De Hemingway vivo y de Hemingway muerto se dijo de todo. Todo lo negativo que podía haber en un hombre se empleó para denostarlo. Esto contrastaba con lo que yo pude conocer aún siendo muy joven. Yo rescaté en mi viaje a Estado Unidos en 1961 año de la muerte del Viejo, el testimonio de los cubanos que encontré en Nueva York. Yo lo reflejo en el texto que se puede leer en este blog como “Recuerdos de Ernest Hemingway. Apuntes autobiográficos”. Allí digo algo del Hemingway que conoció Villareal y que obviamente yo no conocí personalmente pero al que si aposté por sus escritos y por los testimonios de los cubanos. Villareal destaca ese Hemingway pura potencia física pero con un gigantesco fondo humano, tan palpable y tan legítimo que hasta se habló de su timidez. La cual es real. Yo a esto lo confirmo a partir de la nota de Piney, hoy más de medio siglo después, lo sigo viendo como un ser humano sencillo y humilde con los sencillos y humildes con los cuales podía jugar un partido de béisbol o pescar o cazar. Pero no porque fueran humildes sino porque eran seres humanos como él. No hay que olvidar que el “Viejo” estuvo en la guerra desde muy joven y la guerra marca porque conoció el dolor, la miseria y el hambre que ella significa. Hemingway fue siempre sensible a ello, al ser humano. A los bravucones los enfrentaba, a los demás les brindaba esa legítima timidez de gran hombre. Todavía me pregunto (y sigue siendo un tema para otra nota) por el gesto de donar la medalla Nóbel a la Virgen del Cobre, a la Patrona, a la Señora de Cuba. ¡Qué mensaje para los soberbios!
Dejo lugar a la nota de Grace Piney con Villareal padre y Villareal hijo. La he releído con gusto varias veces.
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Por Grace Piney
Entrevista exclusiva y que se publica póstumamente, a la persona más cercana a Hemingway durante su vida en Cuba; quien único podía entrar a su estudio mientras escribía.
René Villarreal fue el mayordomo en Ernest Hemingway en la Finca Vigía, en Cuba. Pero fue más que «un empleado». Se le ha conocido como «el hijo cubano de Hemingway» y con esas palabras tituló un libro que se publicó en el 2009 (Hemingway‘s Cuban Son), en Estados Unidos, y que escribió con su hijo Raúl Villarreal.
El libro se encuentra en proceso de traducción para que se publique en español y Raúl, a su vez, en labores de organización de toda la información que su padre depositó en él bajo la promesa de difundirla, con la idea de que se conozca a ese Hemingway humano e íntimo a quien él conoció.
En esta entrevista, hablamos primeramente con René y terminamos hablando con Raúl, pocos meses después del fallecimiento de su padre.
¿Cuál fue su relación con Hemingway?
Yo conocí a Papa Hemingway en el 1939. Lo vi por primera vez cuando él fue a la Finca Vigía porque buscaba un sitio donde escribir tranquilo y pensaba alquilar la propiedad. Yo estaba jugando pelota con mis hermanos y otros amiguitos del pueblo cerca del portón que está al frente de la propiedad cuando llegó un automóvil y se bajaron dos hombres. Uno de ellos era alto fuerte, con bigotes, con pantalones cortos, camisa de mangas cortas y sandalias.
El hombre nos habló en español y nos preguntó qué hacíamos en la calle. Le explicamos que estábamos jugando pelota y que el dueño de la finca no nos dejaba jugar en su terreno. Él nos dijo que si él alquilaba esa propiedad él nos iba a dejar a jugar en ese terreno y, además, nos compraría equipo apropiado para jugar pelota. Y así fue, pues en poco tiempo Hemingway alquiló la propiedad y cumplió con su promesa de dejarnos jugar dentro de la propiedad y nos compró el equipo de pelota. Así fue el principio de la amistad de la familia Villarreal con Hemingway.
¿Por qué se le consideró «el hijo cubano de Hemingway«?
Yo estuve al lado de Papa Hemingway desde pequeño. Yo tenía unos diez años de edad cuando lo conocí y me crié en la Finca Vigía y él me enseñó mucho y me dio muchos consejos. Me trató muy bien, como a un hijo, y yo lo quise como un padre. Me acuerdo cómo me enseñó a boxear, a tirar con el rifle, cómo apreciar la naturaleza, los árboles, los animales. Teníamos eso en común, porque a mí me gustaban los animales y yo le cuidaba sus perros y gatos.
¿Qué tiempo estuvo con Hemingway y cómo lo recuerda?
Conocí a Papa en 1939 y la última vez que lo vi fue en 1960. Yo tengo una memoria diferente a otras personas, porque lo recuerdo como un hombre humanitario que ayudaba al pueblo. Porque si alguien en el pueblo se moría y la familia no tenía dinero para enterrarlo, Papa pagaba el funeral y mandaba dos coronas de flores: Una a nombre de la Finca Vigía y otra en nombre de los empleados, pero él no quería que su nombre apareciera.
En otras ocasiones venían vecinos pobres a vender un chivo o un puerquito porque estaban en apuros, sin dinero, y él me decía que les diera dinero y que se quedaran ellos con su animalito, porque lo más seguro era que lo necesitarían para sobrevivir. Ese fue un aspecto de Hemingway que muchas personas no conocen. También tenía mucha disciplina para escribir, porque se despertaba muy temprano por la mañana, a eso de las 5:30-6:00 y escribía hasta las 12:00 o 1:00 de la tarde.
Su libro, escrito con su hijo Raúl, Hemingway‘s Cuban Son, se publicó en el año 2009. ¿Por qué esperó tanto tiempo para que esas reflexiones fueran públicas?
Creo que todo llega a su tiempo. Yo había empezado a escribir mis memorias en los años 60, pero me fui de Cuba en 1972 y dejé el manuscrito en manos de una amistad en el pueblo, cuando fui a recoger el manuscrito en el año 1996 esa amistad me dijo que se había extraviado al igual que muchas fotos que tenía yo boxeando con Papa y jugando pelota cuando niño. Me puse rabioso, porque fueron años de trabajo y las fotos eran únicas.
Pero mi hijo Raúl me prometió que él me iba a ayudar y escribir el libro en inglés y que lo iba a publicar de una manera u otra. Él me prometió que no se daría por vencido y que lo haría. Él cumplió su palabra, pero le tomó tiempo porque él es artista plástico y no escritor y también por su trabajo. Tuvimos suerte porque a un editor le gustó el proyecto y trabajó con Raúl para publicarlo. El libro fue finalista en la categoría de Biografías en el «Independent Book Award» en el 2009. Su, y mi, primer libro fue premiado.
¿Qué de nuevo hay en su libro?
En el Hijo cubano de Hemingway yo detallo la Finca Vigía como la conozco, pues estuve dentro de ella desde niño y describo cuarto por cuarto con detalle y también cómo era que Hemingway escribía, porque yo era el único que podía entrar en el cuarto cuando él escribía. También detallo un par de encuentros de Hemingway con personajes cubanos y una anécdota de cuando Hemingway entró en la jaula de leones de un circo cubano. También tengo datos de las visitas de Gary Cooper a la finca y sobre la amistad de estos dos hombres que se respetaban y se admiraban.
¿Tiene mucho material que haya quedado fuera de ese libro?
Sí, todavía tengo material que no llegó al libro, pues fueron 20 años. Y yo quiero que mi hijo Raúl siga publicando esas anécdotas, porque al fin ayudarán a completar la vida de Hemingway en Cuba.
Tengo una anécdota alrededor del tiempo que se construía la torre en la finca y mi hermano Luis, el jimagua conmigo, empezó a trabajar en la construcción y Papa Hemingway pensó que era yo. Y otra de Hemingway con dos personajes muy distintos que necesitaban dinero. Son anécdotas que se convierten en buenos cuentos cortos.
¿Qué es verdad y qué es mentira de todo lo que nos han contado de Hemingway?
Es verdad que hay muchos mitos e historietas, pero eso pasó porque muchas personas que no lo conocieron escucharon la anécdota o la historia y después la repetían como si hubieran sido ellos los que estaban presente. Hemingway también tiene culpa porque como escritor a él le gustaba decir sus historias con imaginación y eso creaba aún más mitos…
¿Qué cree que «ataba« a Cuba a Hemingway?
Para mí, el pueblo cubano fue lo que le gustó a Hemingway de Cuba. Hemingway admiraba a las personas trabajadoras, honestas y con honor. Él pudo observar eso en el pescador cubano, al igual que en los guajiros. A Hemingway le gustaba mucho el mar, especialmente el golfo de México del cual escribió mucho en su obra. También muy importante para él fue la tranquilidad que logró obtener en su paraíso cubano, que siempre fue la Finca Vigía.
¿Qué había en la Finca Vigía de atractivo para Hemingway? ¿Y para usted?
Como mencioné anteriormente, la finca era nuestro paraíso cubano. Una propiedad con una gran variedad de clases de mangos, diferente vegetación, un campo donde los niños del pueblo podían jugar pelota, una piscina y donde su cría de gatos y perros podían estar libres. En la finca fue donde su biblioteca llegó a tener más de 9.000 ejemplares de libros, que fue su fuente de investigación e inspiración. En la biblioteca había libros sobre cacería, pesca, guerras, literatura clásica de diferentes países como Estados Unidos, Inglaterra, España, Francia, Rusia. Tenía libros sobre motores de aviones.
La finca en sí era una gran fuente para poder investigar y ser inspirado. Hemingway leía incansablemente. Cuando estaba en la finca trabajando y no tenía planes de salir a pescar o viajar fuera del país el leía mucho. Leía libros, revistas y periódicos durante el día, después de escribir. Había veces que se ponía a leer sus notas marítimas del Pilar.
Creo que el público no sabe cuánto Hemingway investigaba el material de sus obras. Puede ser que él se leyera un libro para poder escribir una sola oración en lo que estaba trabajando.
¿Tuvo algo que ver Hemingway con cultos afrocubanos?
Directamente no, pero Hemingway sabía lo que era, porque él era una persona que leía mucho y escuchaba conversaciones. Por ejemplo, él no dejó que nadie tocara la gigantesca ceiba que estaba al frente de la casa. Las raíces de esa ceiba dañaban el piso de la sala y de algunos cuartos, pero no había nadie que lo convenciera de que cortara la ceiba o las ramas que amenazaban el techo de la casa. Hemingway era un hombre también muy supersticioso.
Él tenía una patica de conejo que llevaba en su bolsillo. Un día él me vio con una piedra de rayo y me preguntó qué era y yo le expliqué que la piedra de rayo era para tener la protección de Changó. Yo le conseguí una piedra de rayo para que la llevara en el bolsillo. Esa piedra él la dejó en Cuba cuando salió en el 1960 y yo me quedé con ella. Mi hijo Raúl la tiene ahora al igual que la gorrita y el sweater de Papa y las fotografías.
Algunos años después de salir de Cuba, después del castrismo, usted volvió a Cuba con su hijo Raúl. ¿Qué fue a buscar a la Finca Vigía?
La primera vez que regresé a Cuba fue en diciembre del 1979. Fui con mi esposa, Raúl y un familiar lejano que ya estaba mayor ella. Hacía unos siete años que no veía a mis hermanos y el resto de la familia. Yo traté de ir frecuentemente, pues para mí la familia es lo más importante. Fue después en el 1996 que fui a buscar mi manuscrito pero eso se había extraviado o me lo habían robado. Pudimos recuperar algunas fotos que yo le había dado a familiares y eso es lo que tenemos ahora en nuestra colección, de la que Raúl es el encargado. Fue Raúl el que me pudo convencer que teníamos que hacer el proyecto del libro. Él estaba muy ocupado con su trabajo, la pintura y las exhibiciones, pero me prometió que lo terminaría. Yo puse toda confianza en mi hijo porque vi una gran determinación en él. También quería que mis nietos supieran con detalle sobre mis años con Hemingway.
A mí me ha molestado mucho que otras personas escribieron de Hemingway sin conocerlo y sin haber estado en la Finca. También muchas de esas personas no pudieron entender o quizás no quisieron entender porqué un hombre tan famoso como Hemingway tendría una amistad así con «un empleado». Pues sí, trabajé para Papa Hemingway, pero al principio él no quería que yo fuera el mayordomo. Él quería que yo estudiara, pero las circunstancias en mi casa me obligaban a ayudar a mis padres y yo necesitaba trabajo y Papa me lo dio y me pagó muy bien.
Fui su hombre de confianza, su empleado, pero más importante que eso: era su hijo cubano. Y por eso Mary Hemingway nos ayudó a salir de Cuba en el 1972 a mí, a mi esposa y cinco hijos. Ella se encargó de todos los trámites, papeles y todos los gastos. También, después nos llevó de España a Estados Unidos y todo ese tiempo me ayudaba financieramente, porque sabía los gastos de una familia con cinco hijos. Esa era la relación de los Hemingways conmigo y con mi familia.
A Raúl Villarreal:
Hace pocos meses, antes de la muerte de René, fuiste a Cuba, más concretamente a la Finca Vigía. ¿Qué efluvio sigue ejerciendo la Finca Vigía sobre vuestra familia?
La Finca Vigía es un lugar maravilloso para mí, pues la conocí hasta los cuatro años. En ella jugué con mis hermanos, almorcé con mi padre, con Gregorio Fuentes, el capitán del Pilar, y con Pichilo, el jardinero de Hemingway.
Allí fue, también, el primer lugar donde vi obras de arte. Mi pintura favorita en la Finca era una pintura grande de asunto taurino hecha por Roberto Domínguez. Esa pintura apareció en una edición del libroMuerte en la tarde de Hemingway.
La Finca Vigía para mi padre fue el lugar donde él pasó los años más felices de su vida, donde él creció al lado de Papa Hemingway y se hizo hombre. La Finca siempre será un lugar muy especial para mí.
¿Fue Raúl a la Finca Vigía con alguna «encomienda»?
La última vez que mi padre estuvo en la Finca Vigía fue en el 2007. Mi madre, mi hermano mayor René Jr. y yo estuvimos presentes. Ese año, Ada Rosa Alfonso Rosales, la directora del Museo Hemingway/Finca Vigía organizó un coloquio e invitó a mi padre y a mí. El coloquio se llevó a cabo en el Viejo Convento de Santa Clara en La Habana Vieja. Mi padre quiso que yo hablara sobre el proyecto del libro y de su vida con Papa Hemingway. Él no quería hablar, pues no se sentía cómodo con tantas personas y las cámaras de televisión. Él se sentó en la primera fila con su hermana Nilda, mi hermano y unas sobrinas. La sala estaba repleta y había una gran alegría y expectación.
Yo tenía un capítulo del libro traducido al español para leer y había practicado por las últimas tres semanas ya que mi español no es tan fluido como el inglés. Pues, comencé mi presentación dando las gracias al público por estar presente y también a Ada Rosa por su invitación y algo me decía por dentro «este público no es para ti». Fue, entonces, que yo dije: «Señoras y señores yo puedo hablarles por los próximos 30 minutos de la vida de mi padre con Hemingway y les puedo leer un capítulo. Pero ustedes no están aquí por mí. Ustedes están aquí por mi padre. Así que le vamos a dar la bienvenida y que él tome su puesto». El público empezó a aplaudir con gran entusiasmo y la sala se animó de una manera increíble y mi padre sin fallar se levantó, saludó al público y se sentó al lado mío.
Él habló más de una hora y las preguntas eran una tras otra y observé que en ese momento él estaba viviendo su juventud y sus años al lado de Papa Hemingway y lo estaba haciendo en Cuba y al frente de la televisión cubana. Mi tía y mis primas estaban muy orgullosas y sumamente alegres. Yo feliz al ver a mi padre con tanta energía y contando anécdotas que mantenían el público enfocado en cada palabra, cada sílaba. Al final de los tres días se hizo un último evento en la Finca Vigía donde le dieron a mi padre un galardón y fue entrevistado y fotografiado por la prensa de muchos países europeos, asiáticos y latinoamericanos.
Ahora que mi padre no está con nosotros es para mí una responsabilidad y un honor seguir su legado y su historia de la amistad que él tuvo con Papa Hemingway, Mary y los hijos de Hemingway. En junio de este año participaré en el Coloquio Hemingway en Cuba, donde le harán un homenaje a René Villarreal: El hijo cubano de Hemingway.
¿Qué queda de Hemingway y de René en la Finca Vigía?
De Hemingway hay mucho en la Finca Vigía, sus libros, ropa, obras de arte que él coleccionó, fotografías, equipo de pesca, etc. De René Villarreal está el cuarto donde él dormía desde 1946, el cual en el 2007, durante ese Coloquio se inauguró y se convirtió parte del museo. La próxima vez que yo visite Cuba, llevaré ropa de mi padre para incluirla en su cuarto. Pienso también donar una pintura de mi padre con Hemingway para el museo.
¿Representa esa visita a la Finca Vigía, a través de su hijo Raúl… una «despedida«? ¿Se puede ir en paz René…?
Sí, mi padre se fue en paz ese domingo 5 de octubre. El viejo estaba cansado y enfermo, pero contento de su vida y de su familia. Yo le prometí que seguiría su legado y seguiría trabajando con el museo y la directora que fue una gran amiga al igual que Gladys Rodríguez, la directora anterior. Como dije antes, quiero dejar la ropa de mi padre en su cuarto en la Finca Vigía. Llevaré pantalones y guayaberas de mangas cortas, porque así fue como él se vestía cuando trabajó para Papa Hemingway.
La Finca Vigía fue el paraíso cubano de Hemingway, al igual que para mi padre y para mí también.
[Agradecimiento: A Raúl Villarreal por su mediación con su padre para que esta entrevista haya sido posible, para que compartiera sus memorias y por haber cedido para esta entrevista imágenes de los archivos de la familia Villarreal, de los que ahora él es albacea].