Hemingway, Miró, “La masía” y un libro de referencia sobre el tema.

Un hombre alto, barbudo, con físico robusto aunque sin trabajo muscular (léase gimnasio) subió con soltura al cuadrilátero. Su peso daba para un pesado. Calzaba viejos guantes de box de 18 onzas. Su oponente también subió pero por el lado opuesto. Era más bien bajo, de cuerpo menudo un tanto encorvado y llevaba unos guantes de 14 onzas. En cuanto al peso rozaba al de un liviano. Su misión allí era hacer de “sparring” del pesado y por lo tanto la cita convenida era para “hacer guantes”, “fintear”  y luego beberse un par de tragos. Comenzada la acción, el que parecía un oso se movía con soltura en el centro del cuadrilátero y el petiso con las manos en alto evitaba que algún guantazo pudiera llegarle al rostro. Pero el grandote no quería golpear al más pequeño y este a su vez bailoteaba alrededor de él obligándole a moverse más de lo previsto. Por ahí lanzaba una mano desde la lejanía de su distancia como para dejar tranquila a su conciencia. Una campana imaginaría sonó y el oso que se llamaba Ernest Hemingway estiró ambos brazos en señal de saludo a su retador y chocó sus puños con los de su contrincante ocasional que se llamaba Joan Miró. Al margen de ello, uno iba a ser un gran escritor y el otro un gran pintor. Ambos se encontraban en París y confraternizaban aunque provenían de tierras muy diferentes. Sin embargo el afecto y la mutua admiración los unió a través del arte y del talento.

No hay precisión de como se encontraron o conocieron esto dos grandes hombres de la historia del arte y la cultura del siglo XX. Es probable que en ese París de los “años locos”, de la “generación perdida” y de la pos primera guerra mundial hubiese un ir y venir de artistas e intelectuales consonantes y disonantes entre ellos sin mediar algo estructurado. Existían grupos, mayores y menores. Había convocantes y convocados. También había ‘lobos esteparios’. De esta manera, en más o en menos, mal o bien, todos habían oído hablar del otro o de los otros, pero agregaría, con un detalle en común: Todos eran el presente, el momento, el “ya”, pero lo ocultaran o no todos miraban a la eternidad.

Para ese entonces Miró, un joven excepcional, nacido en esa España tan europea como es Barcelona, también iba y venía de París. Hasta que un día decidió instalarse en la Ciudad Luz. De Hemingway ya sabemos que para él París era una fiesta permanente. Era una fiesta de los sentidos, del arte y la cultura e incluso del arte de la vida.

A los fines de esta nota he aquí algunos detalles sobre el genio español. Joan Miró nació en Barcelona seis años antes que Hemingway. Muy joven y mientras estudiaba comercio a instancia de su padre, convenció a este que le permitiera estudiar dibujo y pintura. La aceptación paterna fue a partir de la convicción que era solo una distracción para el joven. No fue así. El arte se transformó en el centro de atención fundamental de la vida de Joan. El tiempo pasó con una verdadera formación en las técnicas de la pintura y un trabajo administrativo que llenaba escasa parte de su vida.

Todo fue más o menos igual hasta que una enfermedad le obligó a guardar reposo y lo hizo en una casa de la familia situada en Mont Roig (en catalán Mont-roig del Camp) un pueblito de la Cataluña que brindaba el aire de la sierra y el Mediterráneo. Estaba naciendo “La masía” porque a partir de esta experiencia rural el autor tomaría diferentes motivos y elementos del lugar. El joven pintor reflejó en sus obras escenas y objetos de la tierra que habitó y a la que amó. Por eso Montroig será siempre una fuente de inspiración para Joan quien entre idas y venidas a París concluyó en esta ciudad la obra que lo marcaría y le daría la fama por sobre todas las demás. Esta obra es “La masía”. La expresión proviene del catalán ‘masia’ y según la Real Academia Española significa o representa una casa de labor con finca agrícola y ganadera típica  “…del territorio que ocupaba el antiguo reino de Aragón”. Esta descripción es la que hace Miró en su obra a su estilo y con su particular mirada estética y concepción de la pintura en ese momento. Para él ese cuadro fue una síntesis de su sentimiento y pensamiento. Allí, para los especialistas y más allá de los periplos estilísticos de su obra, Miró funde su alma y su técnica. Con dimensiones que generosamente pasan el metro lineal (1.24 metros por 1.42 metros) el valor del cuadro desde el punto de vista pictórico se ha ido capitalizando a través del tiempo. Ni siquiera cabe hablar de su valor económico. Hoy sería considerado como irrespetuoso.

Ahora, ¿Cuál es la relación de todo esto con Hemingway? Es una historia fascinante. Parece una novela pero ocurrió en la realidad. Pero la realidad en el tema Hemingway ha generado no una fantasía sino varias en casi todos los aspectos de su vida. Estas leyendas o anécdotas del más variado tipo han sido tan diversas, tan emulsionadas y a veces tan exuberantes que todas estas peripecias están sometidas a tres clásicas bibliotecas de la historia: -1- que sea verdad -2-que sea falso -3-que no sea nada de ello.

Pero si hubieron algunas verdades innegables: -1- “Papá” fue dueño del cuadro. -2-Se lo regaló a su primera esposa Hadley. -3-Se lo pidió prestado a su primera esposa Hadley solo por un tiempo…-4- Y Hadley accedió conocedora del amor de su ex marido por el cuadro. -5- Hemingway nunca se lo devolvió a su primera esposa. -6- Pasaron dos esposas y la cuarta lo donó para quien lo quiera ver y admirar a la Galería Nacional de Arte de Washington D.C. en 1986 (año en que, por otra parte, ella falleció). De paso, Miró está presente también en el Jardín de las Esculturas de este excepcional centro de arte.

Hemingway expresó que no cambiaría este cuadro por ningún otro del mundo y esto estaba relacionado con sus sentimientos por España.

Toda esta apasionante historia la relata con lujo de detalles y tras cinco años de investigación confesos el Profesor Alex Fernández de Castro en su libro de título sugerente: “La masía: Un Miró para mrs. Hemingway” publicado por la Universidad de Valencia en 2015. Recientemente fue presentado en la Biblioteca Jacques Dupin de la Fundación Joan Miró.

Hay dos aspectos que quiero destacar aquí a propósito del libro mencionado.

El primero que es ameno y hasta divertido el periplo de esta obra de Miró no solo por el pasaje de manos (de los dueños se entiende) sino por las ambiciones o pretensiones de quienes quisieron poseerlo y de quienes lo poseyeron. Aunque sea temporalmente.

El segundo es también revelador pero desde el punto de vista de la historia de la literatura o la mirada focalizada sobre Hemingway. El punto es la relación de Hemingway, su escritura y la concepción de su arte en un todo en el que tiene cabida, la pintura, la escultura, la música y por supuesto la poesía. Este es un concepto o una idea personal del escritor expresado en más de una oportunidad. Véase por ejemplo, un análisis de esta temática en su entrevista con Plimpton  en 1958.  Allí fue claro al expresar “…porque aprendo a escribir de los pintores como de los escultores…” y “…uno también aprende de los compositores (de música) y del estudio de la armonía y el contrapunto”. Este es el Hemingway que defino como el más legítimo y personal. El sabe, siente y trasmite que Bosch, Mozart, Quevedo y sigue la lista, son y serán eternos. Allí está la eternidad… ¿Esa de cada día?…

Por último, otro aspecto no menor es su amor por España. Si Estados Unidos fue su patria, París fue su admirada, La Habana su residencia, España fue su amor confeso a una tierra que desde su juventud jamás le fue extraña. Tierra con amor, tierra con dolor, tierra de hombres que desafiaban a la muerte vestida de negro con afilados cuernos en un rito salvaje mezcla de delirio y coraje como es la vida misma. Toda España está salpicada de ese Hemingway jamás totalmente comprendido por el resto de los mortales. Por ejemplo el fue también amigo y admirador de la obra de Picasso [1], de Miró de quien hablamos ahora y a su vez estos pintores fueron también sus amigos: Todos hablaban un lenguaje común como es el arte.

Para concluir, cito un pensamiento de Saturnino Pesquero que supe apuntar años atrás cuando escribía unos reflexiones sobre el ‘Hemingway español’: “Personalmente, no tengo ninguna duda en afirmar que ‘La Masía’ representa para nuestra nación catalana lo mismo que ‘El Guernica’ representa para nuestra plural España, por la singularidad y riqueza de los valores espirituales que ambas obras poseen y transmiten a los miembros de sus comunidades de origen y a los de toda la humanidad”.

1 Cuando se recorre la casa de Hemingway en Key West, en el dormitorio llama la atención una cómoda mejicana decorada con lozas. Arriba de ella se halla un gato de cerámica, que no sabemos si tiene seis dedos como los que pasean por el jardín. Obra de Pablo Picasso, el gato es un regalo del pintor al escritor.

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2 pensamientos en “Hemingway, Miró, “La masía” y un libro de referencia sobre el tema.

  1. Distinguido Profesor:
    Muchísimas gracias por sus palabras! El tema del gato de Key West es cierto y fue un lapsus mío porque ese texto al pie era mucho mas extenso y estaba incorporado al texto del trabajo. Lo de Key West debió decir “…atribuido a….”. Estando en Málaga, pregunté por ello y por ciertos “detalles” relacionados con la producción de don Pablo. Lo real es que hay obras de origen “dudoso”. ¡Hubo incluso aquí en Córdoba! Argentina. Pero el texto tenía más que ver con lo mítico, fantasioso, verdadero /falso alrededor de Hemingway. En cuanto a la casa museo de Key West, como en otros casos, pueden caer en el error de no certificar los hechos. El museo surgió como idea mucho tiempo después que Ernest y Pauline dejaran esa propiedad y ¡Vaya a saber la legitimidad de lo reconstruido! El caso de Finca Vigía en Cuba fue distinto pero también “manejado” con otro estilo. En cuanto al tema del “lucro” es algo dificilísimo de encarar y sobrepasa la pretensión de este texto. Pero en la mayoría de los casos es inevitable.
    Espero que los lectores disfruten estos comentarios y para Usted le diría que además de su libro esclarecedor que debe ser leído y seguido por los especialistas e investigadores (yo no lo soy) luego de haber incursionado con Miró quizás se halle pendiente la amistad de Hemingway y Picasso. Lo que podríamos llamar “mítico” ha rondado sus vidas. Y ello ha sido incluso en la tragedia y en el dolor.
    Mis respetuosos saludos para Usted Profesor y un abrazo fraterno desde este lejano lado del Atlántico.
    Oscar Sosa Gallardo

  2. Muchas gracias por el comentario, que además está muy bien escrito. Me hace especial ilusión que a la hora de analizar el libro se haga desde la perspectiva de Hemingway. Fue un privilegio y un honor que la presentación de «La Masía, Un Miró Para Mrs Hemingway» (la única que se ha hecho hasta la fecha, el pasado 4 de febrero) fuera en la Fundación Miró, pero también me parece importante y apropiado que se destaque que en un 50%, este trabajo es sobre Hemingway. Ojalá que haya ocasión, en los próximos meses, de divulgarlo en foros como éste, dedicados a EH, a la literatura norteamericana o a la filología inglesa. Para terminar, sólo un comentario a propósito del gato del museo de Key West. Esa casa-museo (maravillosa por otro lado) es una institución con afán de lucro, poco rigurosa a la hora de manejar los hechos, y no está para nada claro que ese gato se trate de una obra de Picasso, tal y como se recoge en el libro. ¡Un abrazo y gracias una vez más!

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