¿Es la tercera o la cuarta imagen escultural de Hemingway en Cuba? La primera fue el busto del escritor en su rincón preferido en un sitio largamente frecuentado: El Floridita y eso fue por allá en el 54 tras el Nóbel. Le siguió Cojimar, como un homenaje pero también un testimonio de quien fue y seguiría siendo un pescador especial entre muchos. En el 2003 José Villa Soberón conservó ese rincón famoso donde la barra hace un codo y ubicó allí como apoyado en ella a “Papa” de tamaño natural, de pie y diría con gesto afectuoso. Le puso unos papeles frente a él y cada día un daiquiri especial, un “Papa Double” preparado muy cerca de él, le acompaña y nos acompaña cuando haciendo de turistas nos tomamos una foto con él, brindando por supuesto y para algunos con las ocultas ganas de haberlo podido hacer en la realidad.
Hoy en 2019, la bella Habana cumple cinco siglos y se halla más joven que nunca. ¿Y cómo fue que algún heminguayano deseó acompañarla en este festejo?
Dos empresarios suecos, Dan y Cristin Olofsson, heminguayanos admiradores de la obra del gran escritor decidieron donar un busto de Hemingway como un doble homenaje: Por un lado recordar al escritor con una impronta que perdure como la piedra y por otro homenajear a La Habana por sus 500 años de fundación. Encargaron la responsabilidad de ejecutar la obra al renombrado artista sueco Johan Falkman.
La obra instalada el día del aniversario de La Habana se halla emplazada en el parque junto a la casa que habitó Hemingway y que hoy es museo ya famoso.
Esta instalación contó con el aporte del Museo de Bellas Artes local y con la colaboración de la curadora Yanet Berto quien coordinó el evento.
Junto a la inauguración de la obra se presentó una partitura musical creada y grabada por Carl Adam Landstrom inspirada en “El viejo y el mar”. También participó el actor cubano Emilio del Valle en una representación teatral basada en una obra escrita por Jennifer Clement escritora mexicana-americana, obra compuesta y especialmente dedicada a Hemingway
Participó del acto el embajador de Suecia quien recordó que Hemingway no pudo viajar a Estocolmo para recibir el máximo galardón de las letras y fue un colega suyo quien tuvo el honor de entregarlo en un acto en La Habana.
Como corolario: Este hecho revela una singularidad y es la vigencia de Hemingway bajo las formas más diversas. Esta singularidad no es casual, no es producto de un azar, como tampoco es producto de lo comercial y publicitario. Dos suecos, desde tan lejos, hacen un aporte por afecto con un escritor norteamericano que residió por 21 años en esa casona que hoy hospeda la escultura que ellos donaron. ¿Cuantos más habrá que nos sorprendan con su afecto por “El Viejo”? ¿Cuántos más hay ya mismo que de una u otra forma saludan a Hemingway como a un veterano de las letras y sienten por él el respetuoso afecto de un amigo lejano?