HEMINGWAY Y UN ACONTECIMIENTO EDITORIAL: LA TRADUCCION AL ESPAÑOL DE “IN OUR TIME”.

La tapa del libro y a un costado la faja ilustrada.
La tapa del libro y a un costado la faja ilustrada.

Ernest Miller Hemingway (Estados Unidos de Norteamérica (1899-1961) se hallaba en 1926 en París. Para entonces la meca, el lugar necesario y a veces posible en el mundo del arte y en la búsqueda de la fama y a veces la fortuna. Cierta dosis de color teñía la vida de aventura. Una bohemia sin par. Aislarse en un café y escribir. ¿Cuantos cafés tiene París que perfectamente son un resumen de la historia del arte cuando no de la política? Pues bien, así por ejemplo “Les deux magots”. Si se bebe un café allí, se podrá observar la foto de un Hemingway joven sentado en ese lugar. ¿Hace frío en París? Sin duda. Un chocolate caliente en el Café de Flore puede ayudar o una comida con muchas calorías en la imperdible Brasserie Lipp. En todos ellos un joven norteamericano con pretensiones de escribir era visitante frecuente. Muchos años después, Daniel Salzano (escritor, poeta y periodista argentino 1941-2014) resumiría esta cuestión en una frase: “Los cafés se hicieron para escribir”.

El entonces joven escritor había reunido algunos cuentos suyos y peleaba, como solía hacerlo sobre un cuadrilátero, contra la indiferencia de todos los editores a quienes enviaba sus manuscritos. Ya había visitado España y los Sanfermines de Pamplona lo tuvieron para siempre como un devoto admirador. En París se codeaba con grandes escritores, pintores y músicos. Todavía no lo definían pero lo percibían como un par que movilizaría el estamento literario.

Ninguno de lo grandes que lo conocieron se equivocó. Empezó a publicar y lo siguió haciendo. Para resumir sus actividades más allá de su trabajo en The Transatlantic Review (también aparece en minúscula), fundada por Ford Madox Ford en 1924, se puede decir que entre 1926 y 1930 aparecieron cuentos bajo el nombre de “in our time” con minúscula y “In our time” con mayúscula, la primera como búsqueda del editor de algo llamativo. Se reunieron los textos y fueron publicados. Muchos que los leyeron dijeron que allí había talento, recursos lingüísticos y destellos de creatividad literaria. Es posible que no todos los adjetivos aparecieran juntos pero ese joven entre los 27 y los 30 años mostró las garras y no las volvió a guardar por mucho tiempo. El pretendido escribidor para muchos, ya era todo un escritor y de ahí en más Ernest Hemingway no se detendrá en su vida de persona-personaje. Su persistencia, su disciplina espartana, rendirán frutos. Allí, con esos cuentos, comenzó a pergeñar toda una corriente literaria, un estilo de escritura.

Es cierto, en buena medida, que Ezra Pound, cuatro años mayor que él y tan brillante como él le sugirió en el mismo 1926… “Ahora Ernest escribe una novela antes que otro volumen de cuentos”. Pound fue un consejero lúcido para un Hemingway naciente. Ambos, junto a otros como Scott Fitzgerald, constituirían por capricho circunstancial del genio de Stein, la “generación perdida”, un mote que los marcó desde ese París deslumbrante de la pos primera guerra mundial hasta la actualidad.

“In our time” sirvió para mostrar como escribía Hemingway. La pregunta es ¿Porqué escribía así? Quizás no haya una interpretación integral, única y taxativa.

Pero no se pueden olvidar algunos detalles. Su primer maestro (quizás el único directo) fue el manual de estilo del Toronto Star. Recuerdo haber leído algo como un consejo al periodista que decía: 1. Describa el hecho con pocas palabras y sin adjetivos.2. Agregue las fuentes y las declaraciones fundamentales. Sea breve. 3. Hecho esto, ¡Cállese!. Quizás el Toronto Star no dijese todo esto pero los manuales de estilo giraban por allí. Aunque las notas de Hemingway fuesen diferentes y hasta con cierta carga de dramatismo, aprendió a escribir haciendo telegramas con las noticias, con los hechos, con las circunstancias. A la vez no olvidó sus vivencias personales. Fuesen cuales fuesen estas. Más tarde, a estas vivencias las empleó, las reinventó, les dio un toque de innovación y las convirtió en otros textos.

Otro detalle es que fue un lector voraz. Ni bien llegado a París, Sylvia Beach, esa joven que se atrevió a publicar el Ulises de Joyce, de quien era muy amiga, confesó que le prestaba a Hemingway “montañas de libros de diversos autores de diversos orígenes”. Hemingway era un devoto asistente a “Shakespeare and Co.” en la calle l’Odeon (actualmente en la calle la Bucherie) la librería fundada con ese nombre por Beach y frecuentada por artistas de los más diversos niveles. Por lo tanto ninguna literatura le fue extraña a este escritor que siempre estuvo rodeado por libros que disfrutaba permanentemente. Se agrega además el detalle que tampoco le era extraño el mundo de la música y de la pintura. De esto último Miró y Picasso podrían atestiguarlo.

Son solo un par de detalles. Y vuelven las preguntas. ¿Por qué Hemingway escribía así? ¿Qué quería demostrar? O mas bien ¿Qué quería mostrar? Quizás el mismo Hemingway no tenía la respuesta única o si la tenía no la confesó integralmente. Hay que reunir todos sus pensamientos, frases sueltas y entrevistas. El resto lo diseñaron sus exégetas. Y esto es muy importante. Los tuvo, para bien y para mal, durante su vida y tras su muerte. Pero muchos rescataron ideas, formas, conceptos, criterios y no pocas hipótesis.

Ahora bien tras todo esto que se ha dicho y a 92 años de publicado “in our time”, generaciones de escritores han hablado del “estilo Hemingway y sus cuentos”. Hoy, Abril de 2018 aparece para gratificar a todos los seguidores, la traducción al español de Rolando Costa Picazzo, severa y bien lograda, de ese volumen bajo el nombre con el que siempre se lo conoció como “En nuestro tiempo” de Ernest Hemingway. Prologa estos textos de forma analítica y amena Ricardo Piglia (Escritor, periodista, ensayista argentino, 1941-2017). Lumen de Penguin Random House Grupo Editorial S.A. de Buenos Aires, con muy buen diseño de tapa y una faja con la foto del escritor y una leyenda sobre esta edición propone la relectura de estos cuentos del Nóbel 1954 y sus “viñetas” como les llama Piglia o “miniaturas” como les llamó Baker. Aparecen como “capítulos” que siguiendo el estilo no figuran en el índice. Hay 16 cuentos y otros tantos “capítulos” que los preceden.

Antes de seguir con esta versión hay que aclarar que los cuentos que allí aparecen como en el volumen original, los lectores hispanohablantes del “Viejo” los leyeron en la versión que Sudamericana bajo el sello Lumen con acuerdo de Random House Mondadori S.A. de Barcelona publicó en 2007. En esa versión también aparecen las “miniaturas” como “capítulos”, pero está basada en la publicación de 1938 de Hemingway que ya tenía como editor a Scribner’s y apareció como “The fifth column and the first forty-nine stories” (La quinta columna y las primeros cuarenta y nueve historias).

La edición que ahora aparece de “En nuestro tiempo” rescata la unidad de los textos y las “viñetas” y completa la obra traducida al español del escritor norteamericano. De hecho es un libro para investigadores, lectores e incluso para coleccionistas de obras completas. A título informativo hay que recordar que traducidos al español hay relatos  por ejemplo, publicados en 1948, 1956, 1960 o por caso Caralt en Barcelona 1957 o Plaza y Janés en 1960. Un estudio de las publicaciones y apariciones y versiones de los cuentos supera  este espacio y queda como terreno y material para los investigadores. Aquí basta decir que esta edición contiene la idea de las ediciones de 1924 de “in our time” editada por William Bird en París, que solo tenía las “viñetas “que luego aparecen como textos intercalados en las ediciones de “In our time” en 1925 y 1930 editadas por Boni and Liveright en Nuev York.

Que dice Piglia en el Prólogo. Comienzo por el final porque allí se halla una atractiva anécdota del autor a la que en este escrito le confiere el carácter de “confidencia”. Así es, Piglia se encuentra con “In our time” o “In our time” lo encuentra a él, en una mesa de saldos en una librería de viejo, como se solía decir, en 1959. La librería se hallaba en la terminal de ómnibus de Mar del Plata. Cuando regresa a su casa comienza a leerlo y ya no lo puede abandonar. No voy a transcribir el resto pues el lector lo debe disfrutar directamente de la mano de este escritor que en ese momento tenía 18 años. También expone Piglia la influencia de Hemingway en su propia escritura.

Que expresa el prologuista del llamado, “estilo Hemingway”. Sucintamente: “El uso de repeticiones, reiteraciones -ya de palabras, asonancias o consonancias y yuxtaposiciones- unido al uso de la elipsis, define el estilo inconfundible de Hemingway y refuerza la presencia de una voz narrativa áspera  que constituye el marco para la resonancia emocional”. Y afirma que “…Hemingway sustituye la lógica de la acción con la presencia de un narrador que no quiere decirse a si mismo lo que ya sabe”.  Entonces aparece aquella llamada “teoría del iceberg”. ¿Cómo? Piglia dice: “En el texto suprimido con buen criterio por Hemingway vemos con claridad lo que se enuncia en la teoría del iceberg, lo que se suprime ya está narrado y el escritor sabe lo que luego se elide”. Y continúa: “…Esta forma de la elipsis le da a los cuentos una potencia extrema. Lo notable en el texto suprimido es que Hemingway postula una teoría de lo imaginario como base del relato, en oposición a la versión de la experiencia vivida que es el cliché más extendido sobre Hemingway, que primero se vive y luego se escribe”. Hasta aquí Piglia. Hay mucho más en su prólogo indispensable para el lector que se inicia en este tipo de literatura a la que podemos llamar “diferente”. ¿Por qué?  Este tema de “lo que se oculta u omite” Vargas Llosa (Nóbel de Literatura 2010), dice: “Llamemos a este procedimiento ‘el dato escondido’ y digamos rápidamente que, aunque Hemingway le dio un uso personal y múltiple (algunas veces magistral), estuvo lejos de inventarlo, pues es  una técnica vieja como la novela”.

Hay que apuntar que todo esto no supone un Hemingway reactivo contra un Joyce por ejemplo. Por el contrario el joven escritor respeta profundamente al  autor del Ulises, pero no quiere imitarlo, no quiere seguir los pasos de la literatura clásica. Carlos Baker, un referente indiscutible de Hemingway, tanto de su vida y su obra así como de su estilo expresa: “Por esa época de 1925, el muy competitivo Hemingway sintió claramente que el era por temperamento un creador antes que un imitador. Se había enseñado a si mismo a escribir escribiendo.” Y atención a esto que Baker observa: “Como corresponsal de periódicos en capitales europeas tanto como imaginativo escritor serio en la intimidad de diversos departamentos y pequeños estudios, se había adiestrado para observar en forma cuidadosa y expresar claramente una esmerada selección de lo que veía, oía y sentía”.

Utilizando un lenguaje cotidiano con frases cortas, Hemingway busca denodadamente acercarse a la excelencia en la expresión atribuida a Flaubert “le mot juste”. Esa palabra justa, la expresión en que ella era aplicada, se transformó en una obsesión. No había términos rebuscados. Había vocablos precisos empleando el lenguaje coloquial.

Casi con tono de humor sino fueran geniales, anécdotas de escritores hacen decir que  Faulkner (Nóbel de Literatura 1949), otro gigante literario, se expresara así de Hemingway: “Jamás ha utilizado una sola palabra que pudiese mandar al lector en busca de un diccionario”.  Claro, la réplica de Hemingway a esto parece haber sido: “Pobre Faulkner. ¿De veras cree que las grandes emociones surgen de las grandes palabras?”. Es impensable interceder ante ambos que signaron la literatura universal con sus escritos. Pero García Márquez (Nóbel de Literatura 1982), otro grande de la literatura en este caso latinoamericana, hablando de los escritores citados apunta: “… Tal vez por eso Faulkner es un escritor que tuvo mucho que ver con mi alma, pero Hemingway es el que más ha tenido que ver con mi oficio”.

Hasta aquí, algunos apuntes sobre “el estilo Hemingway” y el valor de la aparición de la traducción de “In our time”. Es una invitación a leer y a releer. Lo es tanto para aquellos que conocieron el Hemingway de los cuentos y para aquellos que lo descubren como Piglia que en sus 18 jóvenes años halló estos textos. El Prólogo impone ser leído pues se halla un Piglia fresco que vibra con sus palabras. Esto es solo una impresión personal mía en la que, sin duda, prima el afecto. Piglia ya no está entre nosotros pero sus palabras, sus textos, su estilo están vigentes y lo seguirán estando mientras nosotros como lectores nos encontremos “…tirado en un sillón de lona, con las piernas apoyadas en una silla…” eso si… con la luz que elijamos.

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Nueva Visita de Hemingway a Pamplona: Javier Muñoz informa en directo sobre el tema.

Se podría dar forma a esta nota a partir de la información que ya circula desde hace varios días y que el mundo absorbe con delicia. Porque se trata de un nuevo regreso de Hemingway a su amada Pamplona y por extensión a su amada España.

Pero me resulta más familiar no lo niego, pero también mas objetivo y periodístico brindar al lector una copia del correo electrónico recibido el 25 de noviembre pasado y que lo envía el escritor y periodista Javier Muñoz directamente de Pamplona.

Recordemos que el pamplonés Muñoz es autor del multipremiado libro titulado “Comer con Hemingway” un volumen trilingüe que comentamos in extenso en este sitio .
De paso Muñoz ha prometido fotos de la inauguración del evento que está comenzando ahora mismo. He aquí el texto y un sitio de referencia más el adelanto de algunas fotos.

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Buenos días, Oscar

 Soy Javier Muñoz, qué tal estás?

Este año vuelvo a coordinar junto con el escritor Edorta Jimenez el ciclo ‘Recuperando a Hemingway-Hemingway Bidaide’, que el Ayuntamiento de Pamplona vuelve a organizar esta año con el objetivo de recuperar al Ernest Hemingway más desconocido, el relacionado directamente con la cultura, el que construyó en la década de los años 1920-1930 un puente cultural directo entre París y Pamplona por el que viajaron las principales personalidades artísticas de la época.

El ciclo se desarrolla entre el 1 y el 10 de diciembre en Pamplona y cuenta con diversas actividades, todas ellas con entrada libre y gratuitas: una exposición en la plaza del Castillo al aire libre; un ciclo de conferencias, donde destaca la presencia del escritor y periodista Juan José Millás; y la proyección de la película ‘La Casa de Emak Bakia’, del director pamplonés Oskar Alegria.

Te adjunto una nota de prensa y un enlace para que te podáis descargar imágenes y el programa:

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El ciclo ‘Recuperando a Hemingway-Hemingway Bidaide’ se engloba en el proyecto ‘Destino Hemingway-Hemingway Bidaide’, que se configura por el espacio formado por Euskadi, La Rioja, Navarra e Iparralde; es el territorio del que se enamoró Ernest Hemingway en el año 1923 y al que regresó durante toda su vida.

Precisamente, esta segunda edición del ciclo ‘Recuperando a Hemingway-Hemingway Bidaide’ pretende mostrar el poso cultural de un Premio Nobel y Pulitzer, un hombre de su tiempo, como fue Hemingway.  La exposición muestra la relación que tuvieron Pamplona y Hemingway con artistas como el propio Man Ray; los pintores Waldo Peirce, Pablo Picasso, Joan Miró, Ignacio Zuloaga, Luis Quintanilla y Leopold Seyftter; la actriz Jósephine Baker; el músico Cole Porter; las escritoras Gertrude Stein, Alice B. Toklas y Dorothy Parker; la editora Sylvia Beach; y los escritores Scott Fitzgerald, John Dos Passos, Robert McAlmon, Bill Bird, George O’Neil, Chink Dorman-Smith, Harry Crosby, Harold Loeb, Bill Smith o Donald Stewart. Y es que Pamplona se convirtió en aquellos años en el lugar de obligada visita para la vanguardia cultural europea.

Un saludo

Buen fin de semana.

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Hallazgo: Hemingway escribió su Primer cuento a los 10 años

Ningún biógrafo pudo aventurar que Ernest Miller Hemingway pudiese haberse asomado a su mito, a su leyenda o a su destino cuando solo tenía 10 años. Pero siempre hay imprevistos con respecto a la vida de estas personas excepcionales. Por eso un hallazgo de hace  varios meses parece confirmarlo.

Primero lo leí como una noticia, luego recurrí a fuentes confiables, pues no quería escribir sobre ello hasta una confirmación más o menos certera sobre el origen de lo hallado.

He aquí una reseña de lo que pasó en Key West, Estados Unidos, lugar que fue residencia de Ernest Hemingway y su segunda esposa Pauline Pfeiffer:

-1- Muerto Hemingway en julio de 1961, Mary Welsh su cuarta esposa se dedicó a reunir todo material que hubiese pertenecido al escritor. Parece que en el invierno de 1962, es decir un año y meses de la desaparición física del escritor, viajó a Key West para visitar a la familia Bruce. Toby bruce fue antiguo colaborador de Hemingway como mecánico e incluso a veces actuó como chofer del escritor.

-2- En esa fecha Bruce “sacó” una pila de cajas que estaban o habrían estado en un depósito que se hallaba atrás de Sloppy Joe’s Bar, el lugar favorito con dueño muy amigo de Hemingway. Estas cajas contenían diversos ”objetos” del escritor. Mary las revisó. Llevó algunas cosas y dejo el resto en manos de Bruce. En la actualidad el material lo tiene Benjamin Bruce hijo de Toby.

-3- Para tener una idea, el material está compuesto por los mas diversos objetos ya que Hemingway “coleccionaba” y “juntaba” de todo. Por eso en este “montón” de objetos hay fotos, cartas, un mechón de cabellos del autor y 46 copias de fotografías que constituyó ‘un regalo’ del reconocido fotógrafo Walker Evans.

Vuelvo al presente:

-1-Key West es azotado por el huracán Irma

-2-El escritor Brewster Chamberlin autor de “The Hemingway log” una crónica secuenciada de la vida y la carrera del escritor (¿A quien se le ocurrió poner  como foto de tapa de su libro la misma foto que lleva la novela “Al romper el alba”?) y la Profesora Sandra Spanier, Directora del Hemingway Letters Project informan que en Mayo(de 2017) hallaron en un cuaderno con su tapa media rota y en ella un mapa del noroeste de Estados Unidos, un texto sin título en el que se relata un viaje a Escocia e  Irlanda. El cuaderno era de Hemingway, el nunca hizo ese viaje, el texto era de el y además dejó constancia de una fecha como 8 de septiembre de 1909. Es decir tenía 10 años.

-3- Del texto al cual todavía no accedimos, se expresa que es una ficción en 14 páginas de caligrafía infantil y aparece un Hemingway sensible a todo lo que le rodea y sabe como describirlo. Esto demuestra que su formación era muy buena. El texto sorprendió a todos por que muestra un Hemingway que muchas veces se trata de negar.

-4- Bruce dice que para preservar el archivo está pensando en venderlo. Cuestión que puede ser objetable. Si lo quiere preservar, puede donarlo a la Biblioteca Presidente Kennedy en donde se halla el más rico material intelectual y físico del escritor.

Quedan muchas preguntas pendientes que deben tener respuestas pero que no las disponemos. Por ejemplo ¿Cómo llega realmente Welsh a la casa de Bruce en 1962?  ¿Ya había revisado todo lo que había en Ketchum y en Finca Vigía? Pero hay otra pregunta oportuna o no, que viene al caso: ¿Qué buscaba realmente Mary en 1962? ¿Un texto? ¿Varios textos? ¿Trozos de textos? ¿Datos que le pudieran decir donde se hallaban? Quizás los investigadores pueden dar detalles y respuestas que yo no me atrevo a sincerar. Si bien Welsh quedó casi como una albacea de Hemingway hay luces y sombras en el entorno hemingwayano tras la muerte del escritor.

Tampoco está claro como Chamberlin y Spanier llegan a la casa de Bruce en medio del huracán Irma. ¿Fueron llamados o encontraron pistas que les llevaron a esta casa con material que tiene decenas de años y llega al siglo?

¿Es la única residencia que tiene material del escritor con esa antigüedad y valor? ¿Puede haber otras? La de los Bruce salió a la vista tras 56 años de la muerte de Hemingway. Parece que a partir de ese archivo hubo algunas exposiciones y actividades académicas que no se detallan. ¿Cuánto material y de que tipo, dejó Hemingway cuando se separó de Pauline? Justamente allí, en Key West. Cuando estuve, yo busqué una máquina de escribir en particular. Si, hay referencias. Hay que buscarlas.

200 años del Floridita: Un brindis en el favorito de Hemingway.

A pocos días de festejar La Habana en este mes de noviembre de 2017 sus maduros 498 años, un joven habitante de su villa cumple 200. Así es, situado en el medio de  esta bella e histórica zona vieja, cuando no antigua, allí en la intersección de las calles Obispo y Monserrate se halla la llamada “Capital del Daiquirí” bajo el nombre internacionalmente conocido como “El Floridita” o simplemente “Floridita”. En un blog de Hemingway no hablar de este magno acontecimiento de aniversario de “su bar” es como no hablar de Hemingway en un sitio del Floridita.

Aunque en otro texto me ocuparé con más detenimiento de este venerado e histórico lugar de esparcimiento solo quiero expresar aquí unas palabras a modo de saludo al cumplir dos siglos de existencia.

Fundado el 6 de julio de 1817 como “La Piña de Plata”, pasó luego a llamarse Florida y más tarde Floridita por aclamación.

Hemingway, quien otro podría ser, puso el broche histórico, tradicional, internacional y pocas veces concebido a este lugar. Primero con su sempiterna presencia. Después con un busto y más tarde con una estatua completa en posición de “barrero” esto es acodado en el extremo de la larga barra del Floridita que dicen tiene más de 100 años. Por si fuera poco el escritor generó su propio cóctel “Papa’s double” con doble ración de ron, sin azúcar y un toque de Marrasquino. No es el único del escritor. Pocos hablan, sin detrimento del Daiquirí, del “Death in the gulf stream” (Muerte en la corriente del Golfo) que en lugar de ron lleva ginebra holandesa.

Lo real es que no se puede prescindir de Hemingway y sus hasta 15 daiquiris seguidos en el Floridita y no se puede prescindir del Floridita en ninguna biografía del Escritor.

Por docenas se cuentan los “famosos” que pasaron por allí desde la época del escritor hasta el presente. Todos beben la especialidad de la casa, el “Daiquirí Floridita” observados discretamente por la estatua de Hemingway obra del escultor cubano José Villa Soberón.

Hay Floridita en otros ciudades del mundo como en Madrid, Los Angeles/ Hollywood, Londres y ahora ya cerrado en Dublin. Todos intentan conservar un ambiente de magia y elegancia como el original. Falta solo el fantasma de “Papá Hemingway”.

¡A la salud del Floridita que por muchos años siga brindado alegría!

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“COMER CON HEMINGWAY”: PREMIO EUSKADI 2017 Y 3ro. EN LOS GOURMAND WORLD COOKBOOK

En cuestión de días el libro “Comer con Hemingway” se llevó dos palmas trascendentales. La primera fue a fines de este Mayo. Recibió un premio que lo acredita como el tercer mejor libro del mundo en la categoría “Cooking Schools”(escuelas de cocina) otorgado en el contexto de los premios Gourmand World Cookbook, algo así como los Oscar en el rubro publicaciones gastronómicas.

Todo un acontecimiento es cierto. Pero ahora  recibió el 12 de junio próximo pasado, el Premio Euskadi 2017 a la mejor publicación gastronómica. Este galardón lo concede el Gobierno Vasco a la mejor publicación gastronómica y lo hace a instancias de la Academia Vasca de Gastronomía.

Acompaña este texto dos fotos originales del acto. En una de ellas se lo ve al autor agradeciendo el galardón y en la otra al conjunto de los premiados.

Estos reconocimientos constituyen todo un mérito al autor, el talentoso periodista pamplonés Javier Muñoz y a su asesor el maestro cocinero doniostiarra don Luis Irízar con su escuela de cocina.

Cabe recordar aquí que en este blog se dedicaron varias notas a este singular libro en tres idiomas que se constituye en si mismo como una entretenida y apetitosa excursión cultural y gastronómica por lugares que el “amigo Hemingway”, pasó, visitó, frecuentó y todo ello con un enorme y gentil afecto por la tierra que lo recibió. Así, este paseo que propone Muñoz y su equipo, transita por Navarra, Euskadi, La Rioja, Aragón y País Vasco Francés. Es único. Único en su tipo y en su estilo y merece otros reconocimientos como los históricos por ejemplo.

En tal sentido quiero abrir un paréntesis y puntualizar otra vez que Hemingway amó a España. Lo dijo el mismo más de una vez. Era un español más junto a las comidas, a las bebidas, a los toros, a la cultura, a la música, a la pintura, pero algo más: Era un admirador de sus letras sobretodo. Yo me atrevería a decir que estaba embelesado con el idioma y con los autores y con los textos. El grandote, el tosco Hemingway, como le endilgaban los detractores, era una enciclopedia literaria, incluso pictórica, incluso musical. De allí el singular afecto por lo hispánico. Ciudadano del mundo, ciudadano de la guerra, nunca supo hallar la paz a su propia contienda interna, pero era un apasionado por todo lo vital. Es posible que ese sea uno de sus secretos.

Volviendo al texto que nos ocupa, quizás sea “una cabeza de playa”, expresión que le gustaría  al “Viejo”, para otras incursiones españolas que tengan como protagonista o coprotagonista a este escritor norteamericano enamorado de lo hispánico.

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LA MUERTE DE LUIS GOYTISOLO: UN VACÍO EN LA LITERATURA UNIVERSAL

A comienzos de este mes, más precisamente el domingo 4 de junio de este año, falleció en Marrakech, Marruecos, el escritor barcelonés don Luis Goytisolo, un narrador excepcional, crítico y agudo que llegó a ser considerado como el mejor novelista español en lo que va de este siglo.

Galardonado hace pocos años, en el 2014, con el máximo premio de las letras españolas, el Premio Cervantes, Goytisolo fue motivo en este blog de una nota en el mes de mayo de 2015 titulada, “Hemingway y Goytisolo en Málaga” con motivo de un reporte periodístico que se reprodujo íntegro. Allí se informaba con buena dosis de humor el encuentro del catalán con unos 28 años y el “Viejo” Hemingway con un aura de fama insoslayable. Desde entonces, año 1959, el tema Hemingway no perdería nunca más vigencia y actualidad para el escritor español.

Poco tiempo antes de morir brindó una entrevista, foto incluida, en Noticias de Navarra el sábado 20 de mayo de este año y lo hizo desde Pamplona, en el hotel La Perla y en la habitación que en algún momento ocupó Hemingway en sus visitas con motivo de los Sanfermines. Atención a esto porque es una nota que muestra a Goytisolo en estado puro y hace referencia a su cuasi novela “Coincidencias” y por lo tanto a España. El título de la entrevista, “España cansa”, no es en vano.

La desaparición física de Goytisolo deja un gran vacío para los cultores y lectores de las letras que forman parte de la historia universal de la literatura.

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CULMINO EL XVI COLOQUIO INTERNACIONAL ERNEST HEMINGWAY

Entre el 15 y el 18 de este mes sesionó el XVI Coloquio Internacional Ernest Hemingway, encuentro académico que se realiza cada dos años en La Habana, Cuba. Esta vez, que tuvo como sede el famoso y querido Hotel Ambos Mundos, el Coloquio reunió a más de medio centenar de asistentes provenientes de países como Japón, Italia, Argentina, Estados Unidos y desde luego el país anfitrión, Cuba. Unos 26  asistentes eran extranjeros, la mayoría de ellos de Estados Unidos de Norteamérica y el resto universitarios e investigadores cubanos. De España lo representó un talaverano que incluso posee una página web www.hemingway.es dedicada al escritor. Se trata de Arturo Sánchez, investigador español que ya estuvo en la edición anterior del Coloquio, en 2015, invitado directamente por Ada Rosa Alonso, directora del Museo Ernest Hemingway.

En esta ocasión se conmemoraron los 80 años de la novela “Tener y no tener”, los 65 años de “El viejo y el mar”, incluyendo también los 55 años del magnífico Museo en Finca La Vigía. Una presentación importante  es el tercer volumen de las “Cartas de Ernest Hemingway” que recopila la correspondencia recuperada del período 1926-1929.

Una agenda nutrida y convocante constituyó el programa del encuentro más el debate consiguiente. Desde la primera jornada esto se hizo notar con la intervención especial de Valerie Hemingway que fue la última secretaria del escritor y luego su nuera.

No se puede dejar de mencionar el homenaje al escritor Enrique Cirules y el muy particular a Blas Hernández. A este último y en su niñez, el mismo Hemingway le bautizó con el sobrenombre de “Cayuco Jonronero” haciendo alusión a la práctica del béisbol.

La recorrida por el “circuito heminguayano”, del cual el mismo hotel Ambos Mundos participa, fue un tema simpático y distendido en este Coloquio que se despide hasta 2019.

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Hemingway, Jerez de la Frontera y una nota imperdible.

Una vez más aparece esta faceta del “Viejo” a la que llamo “el Hemingway español”. Esta vez es Jerez de la Frontera quien convoca el espíritu hemingwayano. Hablar de tal ciudad es  hablar también de uno de los vinos más históricos del mundo: El “vino de España” en palabras de Alejandro Dumas. Pero dejo ese tema literario en manos del autor de la nota que convoca esta oportunidad.

José Luis Jiménez García, publicó en el Diario de Jerez el artículo titulado, “Hemingway, pasión por lo nuestro”. No vacilo en calificarlo de impecable. El autor es Presidente del Cine Club Popular de Jerez, allí en Jerez de la Frontera, cuna geográfica que le da el nombre a un vino antiguo, noble e identificado con la tierra española. Asimismo prepara un trabajo sobre la “presencia del vino de Jerez en la literatura y el cine”. Posee un rico curriculum relacionado a la cultura, al vino y al cine. Cuando mencioné a Alejandro Dumas no vaciló en enviarme su publicación sobre el autor francés y el vino de marras. Agrego el enlace para disfrutar de su lectura:

http://www.jerezsiempre.com/index.php/Alejandro_Dumas_y_el_vino_Jerez

Para leer más y pasear y conocer un Jerez diferente adjunto otro enlace muy enriquecedor:

https://jerezdecine.wordpress.com/

En cuanto a Hemingway, Jiménez García envió un fotograma de la película “Hemingway & Gellhorn” en donde atrás del actor que interpreta al “Viejo” aparecen letreros jerezanos. Es solo un detalle del ojo atento de un conocedor.

     En el artículo original, un afiche de la película basada en “Sun also rises” (“Fiesta” en español) ilustra el texto que aquí se brinda. Sin ninguna duda los nombres de los actores que aparecen allí son parte de la historia universal del cine pero con un agregado importante: Algunos de ellos eran amigos de Hemingway e incluso estuvieron con el en Finca Vigía, en Cuba, la residencia por ese entonces del escritor.

No puedo ser un observador imparcial tratándose de Jerez, por ello aporto algo anecdótico y afectivo: Se trata de una botella, ya de colección, que se halla en mi bar hogareño. Los años y otros detalles que ella posee corresponden que los den los especialistas. Pero allí está un producto Domecq, uno de esos que Hemingway y muchos otros disfrutaron y apreciaron en su vida y en sus escritos.

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TRIBUNA LIBRE
JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Presidente Cine Club Popular de Jerez

Hemingway, pasión por lo nuestro

Diario de Jerez. 31 Enero, 2017 –

“Yo conocí a ese que seguía mucho a Ordóñez, Hemingway. Ese estuvo una noche desde las tres de la noche sentado conmigo hasta que vinieron los demás toreros. Porque había una corrida en Ronda, la goyesca, y los que salieron antes se fueron para ‘La Moderna’ de la calle Arcos, y como estaba cerrada se sentaron aquí un rato mientras llegaba Antonio Ordóñez, Rafael Ortega y otros tantos. Y entonces luego me dijeron: ¿Tú sabes quién es ése? Ese es Hemingway. Entonces lo saludé y me firmó un autógrafo. Y como ese, montones de artistas”, así explicaba Rafael Ramírez, el propietario del kiosco de prensa y tabanco de la calle Arcos, a un periodista cuando éste le preguntó por famosos que pasaron por Jerez y tuvo la oportunidad de conocer.

De esa furtiva visita a Jerez del premio Nobel de Literatura, Ernest Hemingway (1899-1961), no queda más recuerdo que lo que Rafael guarda en su memoria.

Sin embargo, el investigador Ángel Capella, en su trabajo ‘Hemingway and the Hispanic World’, confirma este hecho: “He also visited Cádiz, Jerez de la Frontera…”.

Durante toda su vida Hemingway mostraría su pasión por Jerez. Sus escritos plasmarían esa afición a los vinos y brandies de la tierra, especialmente al Fundador de Domecq.

En París era una fiesta (‘A moveable feast’,1964), las memorias de Hemingway durante su periodo parisino, relata uno de sus encuentros con el también escritor James Joyce, al que conocería por primera vez en 1921, y ya, por aquel tiempo, sabía apreciar el jerez: “Un día, pasado mucho tiempo, encontré a Joyce que se paseaba por el boulevard Saint-Germain, tras haber pasado la tarde, solo, en el teatro. Le gustaba escuchar a los actores, aunque no les veía. Me invitó a beber una copa con él, y nos sentamos en los Deux Magots y pedimos jerez seco (dry óstum), aunque todos los biógrafos escriben que él nunca bebió más que vino blanco de Suiza”.

Su primera estancia en España se fecha en 1923, cuando sus amigos de París le sugieren que vaya a conocer España y las fiestas de Pamplona, los Sanfermines, y de esa manera elaborar una serie de artículos para el periódico para el que trabajaba de corresponsal. Tal fue la impresión que recibió que estos viajes a Navarra se repetirían todos los veranos de los años 1924, 1925, 1926, 1927, 1929 y 1931. Y fue en ese tiempo que probó el brandy jerezano de las bodegas Domecq, Fundador, además de otros vinos españoles.

Resultado de estas primeras vivencias españolas sería su famosa novela Fiesta (‘Sun Also Rises’, 1926). En esta describe el encuentro de Mike con dos de sus colegas en una terraza de Pamplona: -¿Qué vais a tomar? – pregunté a Bill y a Cohn / -Jerez – dijo Cohn / -Jerez- pedí al camarero.

‘Fiesta’ se adaptaría a la gran pantalla en 1957, con un reparto estelar, entre los actores principales destacan Errol Flynn, Tyrone Power y Ava Gardner. En tres momentos de la historia vemos cómo los estos personajes beben brandy Fundador, mostrándose en algunos momentos la botella con su reconocible etiqueta.

Al estallar la Guerra Civil en España lo veremos apoyando al bando republicano, viviendo en primera fila, y durante dos años, de 1937 a 1938, los dramáticos acontecimientos. De esta amarga experiencia nacería su obra ¡¿Por quién doblan las campanas?¡ (‘For whom the bells toll?’, 1940). Y he aquí que la manzanilla será consumida por los miembros del comando durante una fiesta flamenca: “Estaba ahora bebiendo más manzanilla y tenía los ojos brillante”.

Hemingway no volvería a España hasta veinte años más tarde, cuando el franquismo levantó el veto que pesaba sobre él.

En otra de sus obras, editada óstumamente, pero iniciada a mediados de los 40, ‘El jardín del Eden’ (‘The Garden of Eden’, 1986), los protagonistas, de viaje por España y el sur de Francia, son habituales bebedores de jerez, manzanilla y finos, éstos últimos de marcas conocidas como Marismeño y Tío Pepe.

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Lapiceras de Montegrappa en homenaje a Hemingway.

Corrían los años de comienzo del siglo XX. Se hallaba en su apogeo la que llamaban la ‘gran guerra’. Era la primera contienda mundial en la que participaban los más grandes países del orbe. Se personificaba en ella el caos. Quizás nadie sospechara que habría otra, aún más terrible.

En ese infierno, se solicitaba ayuda internacional. La Cruz Roja lo hizo y tuvo una gran respuesta. Hombres y mujeres de diferentes países, incluso ajenos a la contienda, ofrecieron sus servicios como voluntarios. Para muchos simbolizaba la fraternidad, para otros una aventura. Quizás ninguno sabía de los horrores de la guerra. Por ello todos se anotaron con viaje de ida seguro. El de regreso no estaba expedido.

Uno de esos jóvenes provenía de una familia de arraigo en Oak Park, Estado de Illinois, Estados Unidos de Norteamérica. Con 19 años y alguna afición al periodismo buscaba la aventura y esta era una oportunidad. Como voluntario fue designado para conducir ambulancias en un lugar muy lejos de donde el se hallaba. Así, vía Francia terminó recalando en Italia. Apenas llegó se dio cuenta que la aventura que el pensaba que era, se trataba en la realidad de la peor tragedia que el hombre fabricaba y era protagonista en toda la historia de la llamada humanidad: La guerra

Se cuenta que su estreno junto a otros compañeros de ruta, fue intervenir con los vehículos tras la voladura de una fábrica de municiones cuya mayoría de trabajadores eran mujeres. Trozos de los cuerpos de esas trabajadoras se hallaban esparcidos por todos lados. Ese fue su bautismo de sangre. Le aguardaba el de la guerra.

De paso, muy de paso, la historia rescata también el encuentro-conocimiento de este joven con un tal John Dos Passos. La historia de cada uno y la historia de la literatura hablarían de ambos.

He aquí que en una ofensiva militar de los austriacos, un grupo de soldados italianos son alcanzados por la metralla fragmentada de un cohete. Un combatiente italiano muy mal herido cae gritando de dolor. El joven no vacila. Corre hacia el y lo carga utilizando un arnés pero en el trayecto una nueva descarga, esta vez de una ametralladora que hace un amplio paneo por todo el terreno, lo alcanza al joven en las piernas. Se cae sin soltar al herido y se arrastra con el evitando exponerse al fuego enemigo y lo lleva a un reguardo. Allí se derrumba por el dolor y las lesiones pero el soldado herido es atendido por un grupo de sus compañeros mientras otros se ocupan del conductor de ambulancias que no vaciló en arriesgar su vida para sacar de la línea de fuego al italiano. Con esta relación esta todo dicho.

El joven no volvió a la guerra por más que lo solicitó. No sabía que tenía otras guerras por delante y no solamente militares.

Internado, trasladado, operado, condecorado y admirado este joven de buen carácter y siempre alegre según se lo describía, conoció y se enamoró de una joven y bella enfermera de ojos grises que lo atendió y pese a las normas imperantes de no confraternizar con los combatientes o con los enfermos o con los internados, ella también lo reconoció y se enamoró de este joven atento. Hubo atracción mutua y hubo toda una historia de encuentros, paseos, cartas, intenciones y despedidas. Incluso una foto de él lo muestra con un anillo obsequio de ella.

De nuevo, aún con bastón el joven insistió en seguir la guerra lo que una vez más le fue denegado. El llegó tardíamente al ataque de Monte Grappa del cual nunca se olvidaría. Pero el debía regresar a su país por las heridas recibidas en su cuerpo. Nunca se habló si también por las del amor.

Ella y él se separaron para siempre emprendiendo caminos diferentes. Ella se llamaba Agnes Hannah von Kurowsky nacida en Estados Unidos de padre de origen alemán.  Esta atractiva mujer siguió su vida y dejó un diario que sirvió de mucho a investigadores e historiadores. Por supuesto no sólo para saber de ella solamente, sino más bien del joven de Oak Park.

Ese joven se llamaba Ernest Miller Hemingway. Aunque le gustaba el periodismo, luego le atrajo la escritura. Pues bien el joven Hemingway con el tiempo tomó esta historia, que era su historia, le dio forma de novela y la inmortalizó a su vez en la historia de las letras con el título de “Adiós a las armas” (“A farewell to arms”).

A cien años de la primera guerra. A cien años de tanto dolor, de tanta miseria y de tanta crueldad, una empresa que lleva el nombre del macizo cercano a los lugares por donde anduvo el joven Hemingway hace un homenaje al escritor.

Montegrappa es una empresa italiana dedicada a la fabricación de lapiceras, relojes y joyas. Su fama ganó el ámbito internacional por sus trabajos artesanales de diseño muy fino y exclusivo. Sus creaciones son objeto de admiración y adquisición por parte de los coleccionistas del mundo entero.

Fue creada y establecida a orillas del río Brenta, en Bassano del Grappa, Italia, en el año 1912. Su nombre, como ya se dijo, se debe al famoso macizo cercano. La historia relata que durante la guerra Bassano fue un centro de operaciones militares. Parece que este hecho llevó a que el personal militar y civil que pasaban o residían allí o en lugares cercanos emplearan las plumas de la empresa. Reiteradamente se ha dicho que Hemingway empleaba una o varias de estas lapiceras. Además la tradición se enorgullece al decir que a pesar de ser una zona sujeta a frecuentes bombardeos, Montegrappa continuó con su actividad sin interrupción.

Aunque  ya lo hizo con otros escritores, ahora una zaga de lapiceras  homenajea a aquel joven de Oak Park que trabajó como conductor de ambulancias y años más tarde sorprendió al mundo con su producción literaria.

Fiel a su estilo, a Montegrappa no le bastó concebir una sola lapicera joya, sino que fue más allá. Configuró una zaga de cuatro etapas. Los creadores de ella, ellos mismos artistas, enfocaron a Hemingway como mirado desde cuatro aristas o facetas de su riquísima vida. Así surgen cuatro lapiceras diferentes en su concepción pero que convergen en la trayectoria de existencia real de un hombre singular. Las cuatro son el mismo, en momentos diferentes, que concluyen integrándose.

Primero se halla el hombre del campo de batalla. Así la primera de la serie la pluma Hemingway Soldier salió a la venta en 2016. De paso los artistas de Montegrappa concibieron un color para cada faceta biográfica. Hemingway Soldier es negra. En cambio la que ahora aparece es marrón tortuga y se llama Hemingway The Writer. Faltan dos a saber: Hemingway The Fishermen de color azul mediterráneo y Hemingway The Traveler de color negro carbón. Todos los modelos en la parte superior llevan una réplica de la firma del escritor y poseen grabados que hacen referencia a los hitos que configuran la etapa. Por ejemplo la Soldier lleva la Cruz Roja y el Puente de Bassano de Grappa cercano adonde se halla la empresa y escenario, entre otros, de las andanzas del conductor de ambulancias que eternizó en palabras las acciones y los sentimientos allí vividos.

Por otro lado Montegrappa cuidó hasta el detalle del estuche en el que se guarda la pluma. Otra vez los artistas de la empresa mostraron su capacidad estética e inventiva a la vez, al inspirarse en las libretas y cuadernos de notas que muchos reporteros llevaban al frente de batalla y que hoy, más allá de todo el mundillo digital, algunos siguen empleando.

Aunque el universo de los coleccionistas es grande, no se dispone de una gran cantidad de lapiceras. Es más la producción de estas series es excesivamente limitada dado que la fabricación de cada una constituye una pieza artesanal única en el mundo esculpida en celuloide plata u oro. Si bien hay tres formatos, pluma, bolígrafo y roller, hay sólo 100 unidades de plata. Y, casi para el delirio, sólo 10 unidades en oro macizo de 18 kilates, también en los tres formatos. Los precios oscilan entre los 1800  y 27500 euros individualmente. No hay información fidedigna si ya todas han sido adquiridas y aún comprometidas las que van a salir. Algunos nombres conocidos pueden estar anotados desde hace rato para la serie completa dada la poca disponibilidad. Imagino que salvo las que queden para la empresa, el resto podrán alguna vez ser admiradas en museos o exposiciones de coleccionistas privados. Cumplida la zaga entera se observa que no llegan a medio centenar las lapiceras Montegrappa Hemingway en el mundo entero.

Una reflexión final o una última cuestión que no es menor para los investigadores del detalle. Según la información los soldados y en general los residentes del lugar como camilleros, conductores de ambulancias, enfermeras y demás personal empleaba las lapiceras Montegrappa. Ahora bien ¿Se podrá detectar en algún manuscrito de la época el trazo de una Montegrappa diferenciándolo de otras? Un experto puede hacerlo. Para el caso Hemingway el material disponible es rico. Por ejemplo, el diario de Agnes, las cartas de esta a Ernest, las cartas de Ernest a su familia. Un apunte importante: Las cartas de Ernest a ella no fueron halladas, si es que existieron, según algunos investigadores. Otros afirman que fueron quemadas y habría algún testimonio de ello. En esta parte de la vida de Ernest y Agnes, como en muchas otras, hay dudas y versiones  en buena cantidad.

Ahora, más allá de todo, sería apasionante hallar el trazo de una Montegrappa de entonces y acariciar el papel con una de ahora.

Hay allí un juego para los que escribimos a mano o tenemos varias plumas o simplemente nos atraen estas herramientas del escribir, que es algo más que un juego del ayer y del hoy. Se trata del eterno retorno de juntar letras en palabras y hacerlo con una pluma cuyo peso no es físico, es histórico y por lo tanto su valor no se puede medir: Es incalculable.

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