Hemingway, Jerez de la Frontera y una nota imperdible.

Una vez más aparece esta faceta del “Viejo” a la que llamo “el Hemingway español”. Esta vez es Jerez de la Frontera quien convoca el espíritu hemingwayano. Hablar de tal ciudad es  hablar también de uno de los vinos más históricos del mundo: El “vino de España” en palabras de Alejandro Dumas. Pero dejo ese tema literario en manos del autor de la nota que convoca esta oportunidad.

José Luis Jiménez García, publicó en el Diario de Jerez el artículo titulado, “Hemingway, pasión por lo nuestro”. No vacilo en calificarlo de impecable. El autor es Presidente del Cine Club Popular de Jerez, allí en Jerez de la Frontera, cuna geográfica que le da el nombre a un vino antiguo, noble e identificado con la tierra española. Asimismo prepara un trabajo sobre la “presencia del vino de Jerez en la literatura y el cine”. Posee un rico curriculum relacionado a la cultura, al vino y al cine. Cuando mencioné a Alejandro Dumas no vaciló en enviarme su publicación sobre el autor francés y el vino de marras. Agrego el enlace para disfrutar de su lectura:

http://www.jerezsiempre.com/index.php/Alejandro_Dumas_y_el_vino_Jerez

Para leer más y pasear y conocer un Jerez diferente adjunto otro enlace muy enriquecedor:

https://jerezdecine.wordpress.com/

En cuanto a Hemingway, Jiménez García envió un fotograma de la película “Hemingway & Gellhorn” en donde atrás del actor que interpreta al “Viejo” aparecen letreros jerezanos. Es solo un detalle del ojo atento de un conocedor.

     En el artículo original, un afiche de la película basada en “Sun also rises” (“Fiesta” en español) ilustra el texto que aquí se brinda. Sin ninguna duda los nombres de los actores que aparecen allí son parte de la historia universal del cine pero con un agregado importante: Algunos de ellos eran amigos de Hemingway e incluso estuvieron con el en Finca Vigía, en Cuba, la residencia por ese entonces del escritor.

No puedo ser un observador imparcial tratándose de Jerez, por ello aporto algo anecdótico y afectivo: Se trata de una botella, ya de colección, que se halla en mi bar hogareño. Los años y otros detalles que ella posee corresponden que los den los especialistas. Pero allí está un producto Domecq, uno de esos que Hemingway y muchos otros disfrutaron y apreciaron en su vida y en sus escritos.

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TRIBUNA LIBRE
JOSÉ LUIS JIMÉNEZ
Presidente Cine Club Popular de Jerez

Hemingway, pasión por lo nuestro

Diario de Jerez. 31 Enero, 2017 –

“Yo conocí a ese que seguía mucho a Ordóñez, Hemingway. Ese estuvo una noche desde las tres de la noche sentado conmigo hasta que vinieron los demás toreros. Porque había una corrida en Ronda, la goyesca, y los que salieron antes se fueron para ‘La Moderna’ de la calle Arcos, y como estaba cerrada se sentaron aquí un rato mientras llegaba Antonio Ordóñez, Rafael Ortega y otros tantos. Y entonces luego me dijeron: ¿Tú sabes quién es ése? Ese es Hemingway. Entonces lo saludé y me firmó un autógrafo. Y como ese, montones de artistas”, así explicaba Rafael Ramírez, el propietario del kiosco de prensa y tabanco de la calle Arcos, a un periodista cuando éste le preguntó por famosos que pasaron por Jerez y tuvo la oportunidad de conocer.

De esa furtiva visita a Jerez del premio Nobel de Literatura, Ernest Hemingway (1899-1961), no queda más recuerdo que lo que Rafael guarda en su memoria.

Sin embargo, el investigador Ángel Capella, en su trabajo ‘Hemingway and the Hispanic World’, confirma este hecho: “He also visited Cádiz, Jerez de la Frontera…”.

Durante toda su vida Hemingway mostraría su pasión por Jerez. Sus escritos plasmarían esa afición a los vinos y brandies de la tierra, especialmente al Fundador de Domecq.

En París era una fiesta (‘A moveable feast’,1964), las memorias de Hemingway durante su periodo parisino, relata uno de sus encuentros con el también escritor James Joyce, al que conocería por primera vez en 1921, y ya, por aquel tiempo, sabía apreciar el jerez: “Un día, pasado mucho tiempo, encontré a Joyce que se paseaba por el boulevard Saint-Germain, tras haber pasado la tarde, solo, en el teatro. Le gustaba escuchar a los actores, aunque no les veía. Me invitó a beber una copa con él, y nos sentamos en los Deux Magots y pedimos jerez seco (dry óstum), aunque todos los biógrafos escriben que él nunca bebió más que vino blanco de Suiza”.

Su primera estancia en España se fecha en 1923, cuando sus amigos de París le sugieren que vaya a conocer España y las fiestas de Pamplona, los Sanfermines, y de esa manera elaborar una serie de artículos para el periódico para el que trabajaba de corresponsal. Tal fue la impresión que recibió que estos viajes a Navarra se repetirían todos los veranos de los años 1924, 1925, 1926, 1927, 1929 y 1931. Y fue en ese tiempo que probó el brandy jerezano de las bodegas Domecq, Fundador, además de otros vinos españoles.

Resultado de estas primeras vivencias españolas sería su famosa novela Fiesta (‘Sun Also Rises’, 1926). En esta describe el encuentro de Mike con dos de sus colegas en una terraza de Pamplona: -¿Qué vais a tomar? – pregunté a Bill y a Cohn / -Jerez – dijo Cohn / -Jerez- pedí al camarero.

‘Fiesta’ se adaptaría a la gran pantalla en 1957, con un reparto estelar, entre los actores principales destacan Errol Flynn, Tyrone Power y Ava Gardner. En tres momentos de la historia vemos cómo los estos personajes beben brandy Fundador, mostrándose en algunos momentos la botella con su reconocible etiqueta.

Al estallar la Guerra Civil en España lo veremos apoyando al bando republicano, viviendo en primera fila, y durante dos años, de 1937 a 1938, los dramáticos acontecimientos. De esta amarga experiencia nacería su obra ¡¿Por quién doblan las campanas?¡ (‘For whom the bells toll?’, 1940). Y he aquí que la manzanilla será consumida por los miembros del comando durante una fiesta flamenca: “Estaba ahora bebiendo más manzanilla y tenía los ojos brillante”.

Hemingway no volvería a España hasta veinte años más tarde, cuando el franquismo levantó el veto que pesaba sobre él.

En otra de sus obras, editada óstumamente, pero iniciada a mediados de los 40, ‘El jardín del Eden’ (‘The Garden of Eden’, 1986), los protagonistas, de viaje por España y el sur de Francia, son habituales bebedores de jerez, manzanilla y finos, éstos últimos de marcas conocidas como Marismeño y Tío Pepe.

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El Mar Negro y un museo submarino de barcos antiguos.

El Mar Negro llamado así desde la antigüedad por el oscuro tinte de sus aguas convoca hoy a un desmesurado hallazgo de arqueología marina en sus profundidades.

Veamos primero quien es y como es el llamado Mar Negro. Encerrado por la tierras, las playas, los acantilados, costas irregulares a veces interrumpidas por valles o montañas pertenecientes a Bulgaria, Rumania, Turquía, Ucrania, Rusia y Georgia esta masa de agua salada de forma ovalada encierra un fenómeno físico-químico único y especial. En un principio pudo ser un lago de agua dulce y en determinado momento-hace miles de años- una brecha lo reconectó al agua salada de la que nunca debió apartarse, aunque multitud de ríos le aportan caudales dulces. Lo cierto es que este hecho generó un fenómeno. De acuerdo a la región, más allá de unos 60 a 70 metros o 150  a 170 metros  las aguas contienen una alta concentración de sulfuro de hidrógeno a lo largo de algo más de 2 kilómetros de profundidad. Esto no permite la presencia de oxigeno y tampoco la existencia de vida, salvo algunas bacterias adaptadas. Al margen de esta zona carente de vida, tal como la conocemos o la concebimos gracias al oxígeno, el resto tiene una buena biodiversidad. Pero la zona anóxica guarda secretos. No son misterios como a veces se habla. Son secretos del mar que de a poco se van descubriendo. Son los tesoros de los que se alimenta la ciencia. La tecnología arqueológica  desafía al mar y por allí le gana batallas impensables una década atrás

A través de los siglos este mar fue frecuentado por multitudes de pueblos de todo los orígenes. Se conoce que hoy se hallan sitios portuarios que lo fueron en la época que se comenzaron las pirámides de Egipto, por ejemplo. El mar Negro fue una ruta, una avenida por la que transitaron sin cesar materias primas, joyas y personas, estas últimas tanto como usuarios o como esclavos.

Como todo mar que se precie, sus tormentas no fueron condescendientes ni con los barcos ni con los marinos que tripularon embarcaciones desde la antigüedad. Neptuno cobró peaje por inexperiencia, por fragilidad, por insolvencia, por atrevimiento, en fin por todos lo posibles errores y no tanto de los que se aventuraron por estas posesiones y que osaron desafiar ya no el canto de las sirenas sino tormentas y tempestades de magnitud desproporcionada en comparación con  las dimensiones y posibilidades de barcos y tripulaciones de aquellas épocas. Parece que no era solo una cuestión de pericia náutica sino más bien del respeto por la zona que se atravesaba para ir de un punto a otro. Hay que tener en cuenta que el aspecto meteorológico no era del todo conocido y por ejemplo, otro factor era el verdadero peso del barco con su carga y la falta de maniobrabilidad que eso suponía. Todo ello se convertían en factores de riesgo para una eventualidad negativa, llámese tormenta embravecida como las que aún hoy es posible contemplar.

Los protagonistas de estos errores se constituían en victimas directas de las inclemencias del tiempo. Y aún sin ellas muchos casos de fracaso se debieron a barcos sobrecargados. El resultado era el naufragio. El hundimiento del barco arrastrando con el a su tripulación y a su carga. No se puede hacer un cálculo de cuantos barcos desaparecieron para siempre. ¿Para siempre? Bueno la expresión está muy lejos de ser precisa. Por de pronto desde hace bastante tiempo se conocen áreas  apuntadas por la arqueología submarina como asentamientos prehistóricos que se sumergieron en los procesos propios de los ciclos y a su vez llamaron la atención de los científicos los pecios (trozos de naves) antiguos que provenían de la zona anóxica. Hubo múltiples especulaciones pero lo sucedido recientemente es el comienzo de una formidable investigación in situ. La situación actual es muy diferente y el azar jugó un papel preponderante en el descubrimiento o con más precisión, hallazgo, de más 40 embarcaciones antiguas en muy buen estado en el lecho del mismísimo mar Negro.

Veamos la secuencia de los acontecimientos y como es posible este fenómeno.

Una misión científica de la Universidad de Southampton, Inglaterra se hallaba trabajando en determinadas áreas de la plataforma submarina de Bulgaria. Estaba en la búsqueda de cierta información adicional derivada del cambio climático. Las preguntas que persistían en los científicos  seguían estando alrededor de la formación y transformación de lo que hoy conocemos como mar Negro. Las preguntas involucran no solo saber acerca de los fenómenos sino como prevenir posibles cambios abruptos y negativos o por lo menos avizorar causas y consecuencias de los mismos.

Las tareas preliminares fueron realizadas por un barco griego. Ahora le tocó el turno al Stril Explorer, un barco británico de casi 70 mts, varias cubiertas y un helipuerto que normalmente lo suele emplear la industria petrolera para mantenimiento de sus instalaciones costeras. Pero ahora su misión era muy diferente y lo era también su tripulación. El director del equipo científico era el Prof. Dr. Jon Adams un especialista en arqueología marina. Adams es el fundador y director del Centro de Arqueología Marina de la Universidad de Souhthampton, Inglaterra. Pero además  es un hombre cuyo interés en los barcos antiguos esta ligado a las temas de las innovaciones y cambios sociales de las sociedades. También estudia los aspectos éticos de la investigación submarina.

En realidad la expedición estaba orientada al desarrollo de relevamientos geológicos vinculados a antiguas superficies terrestres que quedaron enterradas en lo que es hoy el lecho marino. La idea básica es  tomar muestras del suelo y estudiarlas y generar una reconstrucción de la prehistoria del Mar Negro. Disponían para ello de instrumental altamente sofisticado. Se trataba de dos vehículos submarinos dotados de cámaras de 3D de altísima resolución y potencia. Para tener una idea hay que decir que uno de estos submarinos llegó a una profundidad de 1800 metros y recorrió una distancia de 1250 kilómetros. La velocidad promedio a esa profundidad es asombrosa: 11 kilómetros por hora. En determinado momento de la exploración las cámaras empezaron a trasmitir un hallazgo diferente y no buscado necesariamente: Así aparecieron en las pantallas antiguos barcos en excelentes estado de conservación.

El primero que se llevó la sorpresa fue el arqueólogo marino Rodrigo Pacheco Ruiz cuando recibió la imagen de un antiguo navío reposando a unos 300 metros de profundidad. Era tal la claridad de la imagen que se podían distinguir en el casco los golpes de un martillo y un cincel. También se detectaron sogas e incluso decoraciones de la madera. Todo se hallaba conservado por la anoxia del sitio. Ahora bien, para mayor sorpresa y admiración la antigüedad del barco se ubicaba en unos 1800 años. Aunque hay algunos antecedentes, nunca se ha visto o hallado algo así en arqueología marina. Además se sumó una ventaja: Las técnicas avanzadas que emplearon permitieron grabar los barcos sin mover o perturbar el lecho marino.

La misión estaba limitada a lo que es la plataforma submarina de la actual Bulgaria. Por lo tanto las expectativas son de que pueden producirse nuevos hallazgos en esta zona y en las cercanas o colindantes.

En un área de 2000 kilómetros fueron hallados y registradas un total de 44 embarcaciones en diferentes estados de conservación. Algunas de  ellas se estima que pueden pertenecer a la era del Imperio  Bizantino es decir que serían del año 800. Pero también hay barcos que parecen del siglo XIV, otros del XVI y algunos del XVIII. El más reciente se lo data como del año 1800. El análisis de los especialistas para afectar una fecha aproximada pasa por la observación de las formas de los cascos, las arboladuras, el material empleado e incluso las posibles cargas o posesiones del mismo. Ayuda indispensable en esta tarea es la fotogrametría en 3D que permite no solo la composición de lo que hubiera sido el barco sino también la observación del modelo desde distintos ángulos precisando detalles que de otro modo no sería posible.

Este es un primer informe que resume parte de la información que circuló a través de distintas fuentes desde fines del año pasado, con más precisión diciembre de 2016. Hasta el presente no se han reportado nuevas detecciones, pero las especulaciones en algunos casos y  las proyecciones en otros hablan de  la posibilidad de hallar “miles de barcos“ en buen estado de conservación por las características del ecosistema.

Por último, no se ha conocido si hay o no una decisión sobre excavar el lugar y mover las embarcaciones o tomar objetos que se hallan en ellas. Aspectos que hacen al patrimonio cultural submarino han sido desde siempre temas de arduas polémicas. Los conceptos han cambiado y las ideas no siempre coinciden. Personalmente creo que se ha hallado el museo náutico submarino, hasta ahora, el más grande y único del mundo. Pero solo es hasta ahora. Las tecnologías de investigación pueden dar un mentís a esta afirmación a pocas horas que se publique esta nota.    También aclaro que le llamo “museo de barcos” y no “cementerio de barcos”, entre otros conceptos, como un recordatorio para el Mar Negro que los conservó entre una historia conmovedora de los pueblos que por allí transitaron y por las características físico-químicas únicas que posee.

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Lapiceras de Montegrappa en homenaje a Hemingway.

Corrían los años de comienzo del siglo XX. Se hallaba en su apogeo la que llamaban la ‘gran guerra’. Era la primera contienda mundial en la que participaban los más grandes países del orbe. Se personificaba en ella el caos. Quizás nadie sospechara que habría otra, aún más terrible.

En ese infierno, se solicitaba ayuda internacional. La Cruz Roja lo hizo y tuvo una gran respuesta. Hombres y mujeres de diferentes países, incluso ajenos a la contienda, ofrecieron sus servicios como voluntarios. Para muchos simbolizaba la fraternidad, para otros una aventura. Quizás ninguno sabía de los horrores de la guerra. Por ello todos se anotaron con viaje de ida seguro. El de regreso no estaba expedido.

Uno de esos jóvenes provenía de una familia de arraigo en Oak Park, Estado de Illinois, Estados Unidos de Norteamérica. Con 19 años y alguna afición al periodismo buscaba la aventura y esta era una oportunidad. Como voluntario fue designado para conducir ambulancias en un lugar muy lejos de donde el se hallaba. Así, vía Francia terminó recalando en Italia. Apenas llegó se dio cuenta que la aventura que el pensaba que era, se trataba en la realidad de la peor tragedia que el hombre fabricaba y era protagonista en toda la historia de la llamada humanidad: La guerra

Se cuenta que su estreno junto a otros compañeros de ruta, fue intervenir con los vehículos tras la voladura de una fábrica de municiones cuya mayoría de trabajadores eran mujeres. Trozos de los cuerpos de esas trabajadoras se hallaban esparcidos por todos lados. Ese fue su bautismo de sangre. Le aguardaba el de la guerra.

De paso, muy de paso, la historia rescata también el encuentro-conocimiento de este joven con un tal John Dos Passos. La historia de cada uno y la historia de la literatura hablarían de ambos.

He aquí que en una ofensiva militar de los austriacos, un grupo de soldados italianos son alcanzados por la metralla fragmentada de un cohete. Un combatiente italiano muy mal herido cae gritando de dolor. El joven no vacila. Corre hacia el y lo carga utilizando un arnés pero en el trayecto una nueva descarga, esta vez de una ametralladora que hace un amplio paneo por todo el terreno, lo alcanza al joven en las piernas. Se cae sin soltar al herido y se arrastra con el evitando exponerse al fuego enemigo y lo lleva a un reguardo. Allí se derrumba por el dolor y las lesiones pero el soldado herido es atendido por un grupo de sus compañeros mientras otros se ocupan del conductor de ambulancias que no vaciló en arriesgar su vida para sacar de la línea de fuego al italiano. Con esta relación esta todo dicho.

El joven no volvió a la guerra por más que lo solicitó. No sabía que tenía otras guerras por delante y no solamente militares.

Internado, trasladado, operado, condecorado y admirado este joven de buen carácter y siempre alegre según se lo describía, conoció y se enamoró de una joven y bella enfermera de ojos grises que lo atendió y pese a las normas imperantes de no confraternizar con los combatientes o con los enfermos o con los internados, ella también lo reconoció y se enamoró de este joven atento. Hubo atracción mutua y hubo toda una historia de encuentros, paseos, cartas, intenciones y despedidas. Incluso una foto de él lo muestra con un anillo obsequio de ella.

De nuevo, aún con bastón el joven insistió en seguir la guerra lo que una vez más le fue denegado. El llegó tardíamente al ataque de Monte Grappa del cual nunca se olvidaría. Pero el debía regresar a su país por las heridas recibidas en su cuerpo. Nunca se habló si también por las del amor.

Ella y él se separaron para siempre emprendiendo caminos diferentes. Ella se llamaba Agnes Hannah von Kurowsky nacida en Estados Unidos de padre de origen alemán.  Esta atractiva mujer siguió su vida y dejó un diario que sirvió de mucho a investigadores e historiadores. Por supuesto no sólo para saber de ella solamente, sino más bien del joven de Oak Park.

Ese joven se llamaba Ernest Miller Hemingway. Aunque le gustaba el periodismo, luego le atrajo la escritura. Pues bien el joven Hemingway con el tiempo tomó esta historia, que era su historia, le dio forma de novela y la inmortalizó a su vez en la historia de las letras con el título de “Adiós a las armas” (“A farewell to arms”).

A cien años de la primera guerra. A cien años de tanto dolor, de tanta miseria y de tanta crueldad, una empresa que lleva el nombre del macizo cercano a los lugares por donde anduvo el joven Hemingway hace un homenaje al escritor.

Montegrappa es una empresa italiana dedicada a la fabricación de lapiceras, relojes y joyas. Su fama ganó el ámbito internacional por sus trabajos artesanales de diseño muy fino y exclusivo. Sus creaciones son objeto de admiración y adquisición por parte de los coleccionistas del mundo entero.

Fue creada y establecida a orillas del río Brenta, en Bassano del Grappa, Italia, en el año 1912. Su nombre, como ya se dijo, se debe al famoso macizo cercano. La historia relata que durante la guerra Bassano fue un centro de operaciones militares. Parece que este hecho llevó a que el personal militar y civil que pasaban o residían allí o en lugares cercanos emplearan las plumas de la empresa. Reiteradamente se ha dicho que Hemingway empleaba una o varias de estas lapiceras. Además la tradición se enorgullece al decir que a pesar de ser una zona sujeta a frecuentes bombardeos, Montegrappa continuó con su actividad sin interrupción.

Aunque  ya lo hizo con otros escritores, ahora una zaga de lapiceras  homenajea a aquel joven de Oak Park que trabajó como conductor de ambulancias y años más tarde sorprendió al mundo con su producción literaria.

Fiel a su estilo, a Montegrappa no le bastó concebir una sola lapicera joya, sino que fue más allá. Configuró una zaga de cuatro etapas. Los creadores de ella, ellos mismos artistas, enfocaron a Hemingway como mirado desde cuatro aristas o facetas de su riquísima vida. Así surgen cuatro lapiceras diferentes en su concepción pero que convergen en la trayectoria de existencia real de un hombre singular. Las cuatro son el mismo, en momentos diferentes, que concluyen integrándose.

Primero se halla el hombre del campo de batalla. Así la primera de la serie la pluma Hemingway Soldier salió a la venta en 2016. De paso los artistas de Montegrappa concibieron un color para cada faceta biográfica. Hemingway Soldier es negra. En cambio la que ahora aparece es marrón tortuga y se llama Hemingway The Writer. Faltan dos a saber: Hemingway The Fishermen de color azul mediterráneo y Hemingway The Traveler de color negro carbón. Todos los modelos en la parte superior llevan una réplica de la firma del escritor y poseen grabados que hacen referencia a los hitos que configuran la etapa. Por ejemplo la Soldier lleva la Cruz Roja y el Puente de Bassano de Grappa cercano adonde se halla la empresa y escenario, entre otros, de las andanzas del conductor de ambulancias que eternizó en palabras las acciones y los sentimientos allí vividos.

Por otro lado Montegrappa cuidó hasta el detalle del estuche en el que se guarda la pluma. Otra vez los artistas de la empresa mostraron su capacidad estética e inventiva a la vez, al inspirarse en las libretas y cuadernos de notas que muchos reporteros llevaban al frente de batalla y que hoy, más allá de todo el mundillo digital, algunos siguen empleando.

Aunque el universo de los coleccionistas es grande, no se dispone de una gran cantidad de lapiceras. Es más la producción de estas series es excesivamente limitada dado que la fabricación de cada una constituye una pieza artesanal única en el mundo esculpida en celuloide plata u oro. Si bien hay tres formatos, pluma, bolígrafo y roller, hay sólo 100 unidades de plata. Y, casi para el delirio, sólo 10 unidades en oro macizo de 18 kilates, también en los tres formatos. Los precios oscilan entre los 1800  y 27500 euros individualmente. No hay información fidedigna si ya todas han sido adquiridas y aún comprometidas las que van a salir. Algunos nombres conocidos pueden estar anotados desde hace rato para la serie completa dada la poca disponibilidad. Imagino que salvo las que queden para la empresa, el resto podrán alguna vez ser admiradas en museos o exposiciones de coleccionistas privados. Cumplida la zaga entera se observa que no llegan a medio centenar las lapiceras Montegrappa Hemingway en el mundo entero.

Una reflexión final o una última cuestión que no es menor para los investigadores del detalle. Según la información los soldados y en general los residentes del lugar como camilleros, conductores de ambulancias, enfermeras y demás personal empleaba las lapiceras Montegrappa. Ahora bien ¿Se podrá detectar en algún manuscrito de la época el trazo de una Montegrappa diferenciándolo de otras? Un experto puede hacerlo. Para el caso Hemingway el material disponible es rico. Por ejemplo, el diario de Agnes, las cartas de esta a Ernest, las cartas de Ernest a su familia. Un apunte importante: Las cartas de Ernest a ella no fueron halladas, si es que existieron, según algunos investigadores. Otros afirman que fueron quemadas y habría algún testimonio de ello. En esta parte de la vida de Ernest y Agnes, como en muchas otras, hay dudas y versiones  en buena cantidad.

Ahora, más allá de todo, sería apasionante hallar el trazo de una Montegrappa de entonces y acariciar el papel con una de ahora.

Hay allí un juego para los que escribimos a mano o tenemos varias plumas o simplemente nos atraen estas herramientas del escribir, que es algo más que un juego del ayer y del hoy. Se trata del eterno retorno de juntar letras en palabras y hacerlo con una pluma cuyo peso no es físico, es histórico y por lo tanto su valor no se puede medir: Es incalculable.

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Hemingway y una amena nota que rememora su paso por Córdoba.

Hay un Hemingway oculto en distintas regiones, ciudades y pueblos de España. Hay que redescubrirlo. El no sólo significa tauromaquia, comidas y bebidas. Es mucho más que eso. Hemingway toma para si mismo la estética de la lengua española y sus referentes exquisitos en el empleo de la misma. Por ende quien sigue este sendero sigue la cultura que se encuentra en ese contexto. Por eso yo que siempre sostuve la idea del ‘Hemingway español’ y poco a poco se va perfilando, hoy me cabe el honor de proponer la reproducción en este sitio de una nota que cuenta con la debida autorización del autor y del diario Córdoba donde se publicó. “Hemingway, Córdoba y Unamuno” es el titulo que propone Julio Merino.

Merino, periodista, escritor y poeta  es miembro de la Real Academia de Córdoba a la que ingresó en 1975 con un discurso sobre un grande de la historia universal nacido en Córdoba: Lucio Anneo Séneca. Es un hombre de una trayectoria periodística y literaria envidiable que abarca incluso guiones para la televisión. Hay más de 100 libros, entrevistas y biografías. Tuvo la enorme cortesía de enviarme su último libro, una joya literaria: “Mi vida en versos” de corte autobiográfico que se constituye en 6 libros  con más de 500 poemas.

Tiene una “Historia del tabaco” no publicada y desde aquí le digo: La nota es singular en otro pequeño detalle: Hemingway fumando. No hay fotos o comentarios sobre el escritor pitando cigarros aunque residiese por 21 años en la cuna de los habanos. Salvo una pipa que dicen que se hallaba en su barco “Pilar”, no hay detalles de su afición a los habanos o a los puros.

La nota se reproduce tal cual aparece en el diario Córdoba. Allí están la foto del autor y  una imagen que yo llamaba “aguafuerte” de Hemingway. En realidad, según lo explicó la Secretaria de Dirección Zoraida Pérez de Luque, se trata de un trabajo de la Sección Fotografía del Diario que tomó como base una fotografía del escritor y efectuó sobre ella este bello “trabajo” difuminando la imagen y brindando un Hemingway, que yo calificaría como “soñador”. ¡Y vaya que si lo era!

Me reservo textos y comentarios. Pretendo una nota adicional más extensa en la cual Merino me responda algunas preguntas. Aguardo a que las acepte. Mientras tanto, queda él y su texto amable, afectivo y sugerente.

Hemingway, Córdoba y Unamuno


Julio Merino
Periodista y miembro de la Real Academia de Córdoba

Conocí y hablé con Hemingway dos veces. La primera fue en noviembre de 1956 en Córdoba, concretamente en el bar que regentaba Doña María, justo enfrente de la Mezquita y cuando yo estudiaba 3º de Magisterio en la Escuela Normal. Me había ido aquella mañana, como otras muchas, a pasear y leer al Patio de los Naranjos y estaba en ese momento enfrascado con la novela Fiesta, aunque ya había leído El viejo y el mar. A eso de la una salí por la Puerta del Perdón y al pasar por delante del bar de enfrente vi que entraba, ¡Dios!, el mismísimo Ernest Hemingway y ni corto ni perezoso lo abordé para pedirle que me dedicase su novela. –Bueno, muchacho, espera, primero vamos a saludar a Doña María y a sentarnos– me dijo cariñoso –¿Sabes tú que Doña María hace los mejores boquerones en vinagre del mundo? Anda, ven, que mientras te firmo vas a probarlos tú también.
Y así sucedió. Porque a Doña María le faltó tiempo para ponerle sobre la mesa varias raciones de sus boquerones en vinagre y una copa de aquel vino, mezcla de Pedro Ximenez y un fino de Montilla, que era la tentación y el mejor anzuelo de la casa. O sea, que gracias al escritor americano descubrí yo la «obra maestra» de Doña María (andando el tiempo llegué a ser amigo de aquella gran mujer y un forofo divulgador de sus boquerones por toda España).
La segunda vez que le vi fue ya en Madrid, en noviembre de 1960. Andaba yo ya tratando de vivir del periodismo, aunque todavía no era periodista (obtendría el titulo 4 años más tarde) cuando un día leí en las páginas de Pueblo que Hemingway estaba en Madrid y se hospedaba en el hotel Palace… Y allí me fui sin pensarlo dos veces. ¡Una entrevista con Hemingway la publicaría cualquier periódico al que la llevase!
Y nada más entrar, en una mesa de la gran Rotonda le vi, estaba solo y con un whisky entre las manos. Me acerqué a él y curiosamente nada mas verme dijo:
–¡Anda, mira quién está aquí! ¿No eres tu aquel joven que comió conmigo boquerones en vinagre en casa de Doña María?
–Pues, sí, Señor Hemingway.
–Déjate de tonterías muchacho, quien haya comido conmigo los boquerones de Doña María ya es amigo mío. Llámame Ernesto a secas.
Y yo le expliqué mi pretensión de hacerle una entrevista, aunque primero fue él quien me interrogó sobre mi vida y mi presencia en Madrid. Sólo entonces, y tras un sorbo de whisky, dijo:
–¿Y qué quieres saber de mí?
–Todo, Don Ernesto, su vida y su obra son apasionantes.
Y aquel hombre fuerte, robusto, más alto que la media de los hombres españoles, aunque ya se le notaba algo cascado (tenía ya 57 años y fama de estar alcoholizado) me abrió su vida y me contó sus múltiples aventuras periodísticas, desde la Primera Guerra Mundial hasta la Segunda, sin olvidar la Guerra Civil de España y su novela ¿Por quién doblan las campanas? En un momento dado le pregunté:
–¿Y para usted, D. Ernesto, cuál es la novela más importante que se ha escrito?
–¡Ah, amigo Julio, eso depende de donde estés! –y al ver la cara de sorpresa que yo ponía se echó a reír–. Sí, hombre, no te alarmes, verás: si estoy en París diría que la Madame Bovary de Flaubert; si estoy en Londres, diría que el Ulises de Joyce; si estoy en Moscú diría que Crimen y castigo de Dostoievski; si estoy en mi país diría que Las uvas de la ira, de Steinbeck… pero como estoy en Madrid te diré que la mejor novela que se ha escrito es El Quijote de Cervantes… Ojo, pero hay algo que no hay en ninguna de esas novelas ni en ninguna otra que yo haya leído
–¿Y eso, don Ernesto, qué es? — dije yo bastante sorprendido
Entonces aquel «grandullón» se levantó, cogió una carpeta de cuero grande que tenía en otra silla de la mesa, la abrió y de ella extrajo un ejemplar de la Niebla de Unamuno y dijo:
–Ten, muchacho, busca el capítulo XXXI y lee esas páginas… Y entonces sabrás lo que es escribir. ¡Porque yo no he leído en mi vida nada parecido!
Yo tomé el ejemplar que me alargaba y con cierto nerviosismo busqué el capítulo que me indicaba y leí varias páginas con verdadera fruición mientras él encendía un puro y pedía al camarero otro whisky. (Se adjunta el texto íntegro del capítulo XXXI en la web www.diariocordoba.com).
Sin embargo, lo más gracioso de aquella entrevista fue que cuando terminamos y ya me iba a marchar me sorprendió.
–Oiga, Señor Merino, no me voy de España sin comer otra vez los boquerones de Doña María. Pienso ir hasta Córdoba mañana o pasado. No se puede uno ir de España sin visitar la Mezquita ni hartarse de «los boquerones en vinagre» de Doña María. Así que si quieres te vienes conmigo.
Y aunque parezca mentira hasta Córdoba me vine con Hemingway el 10 de noviembre de aquel año de 1960… Sólo para comer los boquerones en vinagre de Doña María. Poco después se suicidó en Idaho (EEUU, 1961) de un tiro en la boca.

 

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Hemingway, de incógnita, pasea por la muestra en Pamplona.

Llega a la plaza un tipo alto, grandote, da para un peso mediano-pesado, barriga ampulosa, barba y pelo entrecano, ojos penetrantes. Sabe lo que está viendo. Su imagen multiplicada en lugares diversos y la gente mirando. No lo ve a él. Ve a su imagen de entonces. A veces un chiquillo, otra un jovenzuelo, otra un marido amante y así conforma un rompecabezas que a el lo divierte.

Ha regresado a Pamplona porque lo han convocado. Da una vuelta por la carpa en la plaza. Hay fotos, afiches, libros. Se va al Café Iruña. Necesita un cafecito como los de entonces. Pide uno y lo bebe con deleite mientras mira un bronce que mucho se parece a él o el se parece al bronce. Piensa que el apetito no va a poder con el hambre. Desea un buen tinto. Esos cobijados y cuidados por los que saben. Lo va a acompañar con unos platillos con cardo o cordero. En fin, ya elegirá.

El barbudo pega un vistazo a esta nota por arriba del hombro del que la escribe y revisa unas fotos que envío un tal Javier, escritor y periodista pamplonés. De paso observa con detenimiento la seriedad de la gente que escucha lo que dicen sobre él. No puede con su genio y les recuerda que hay que asentar las posaderas y escribir solo pensando en la eternidad del hoy y ¿Mañana? Mañana quizás sea otro buen día. ¡Disciplina muchachas y muchachos! Otra vez mira las fotos. No están mal, dice para si, Ya voy a compartir una copa de vino y un plato con ese muchacho. Ahora se despide y se encoje de hombros por mí, que soy un aprendiz de escribidor. Lo conozco. Me conoce. Desde hace mucho, mucho tiempo. Mientras tanto, agrego aquí las fotos. El resto de la historia, gráfica, escrita o lo que sea es de “El viejo”. ¡Ah, perdón, se me olvidaba!, se llama Ernest Miller Hemingway.

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Las fotos que acompañan esta nota, un total de 14, fueron generosamente cedidas por el escritor y periodista pamplonés Javier Muñoz, que es el autor del libro “Comer con Hemingway”.

Para no hablar de cada una de ellas solo cabe decir que en estas fotos se puede ver la carpa instalada por el Ayuntamiento en la Plaza del Castillo. De refilón se perfila el Café Iruña en donde se halla el Rincón Hemingway. Hay fotos de visitantes mirando la muestra y de integrantes de excursiones por esta Pamplona hemingwayana.  Se lo ve a Javier Muñoz y al escritor Edorta Jiménez. También están presentes las  corresponsales  que intervinieron en un debate. Las fotos representan en buena medida lo expresado en la nota anterior en la que también se describió sucintamente el programa de la muestra.

En fin, agradezco este material gráfico de primera mano, que ha permitido armar la galería que ilustra esta breve nota y confieso que me encantaría, aunque sea de incógnito, como “El viejo”, estar allí. Eso si, a la hora de degustar vinos y comidas me hago presente en primera línea sin límite de horario y asesorado por los chefs que se expresan en “Comer con Hemingway”, quien de hallarse en el lugar fijaría de antemano la recorrida por los vinos y los platos que nos recomienden.

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Hemingway regresa a su gran amor: Pamplona

Creo que nunca  se fue definitivamente. Quizás dijo “Regreso en cualquier momento”. Ni siquiera expresó el consabido “No me olviden” porque sabía que  no lo harían. Alguien, varios, muchos lo aguardaban. De una manera u otra. Un vaso de vino mediante, por su puesto se trata de un vino con Denominación de Origen Navarra, para un brindis por el regreso a través del afecto, la simpatía, el respeto y también hasta la ignorancia de algunos que descubren que Ernest Miller Hemingway no es solo el nombre de un Nóbel, sino que también fue un ser humano excepcional, sensible al sufrimiento humano cualesquiera fuese el origen del mismo.

Así, su amor por España, su cultura, su lengua, su gente, se manifiesta hoy en este regreso al primer lugar español que pisó allá hace muchos años: Pamplona, a la que no olvidaría jamás y a la que volvería una y otra vez mientras las circunstancias lo permitiesen.

Y es Pamplona quien lo llama y lo convoca hoy con un programa singular y único en el orden académico, turístico y con ribetes epicúreos. Y él va estar allí. En un debate, en su Rincón en el Café Iruña, en las visitas guiadas, en los paseos. Muchos ciudadanos y visitantes no se darán cuenta de ello hasta que “El viejo” le ponga una mano sobre su hombro y le diga alguna frase que le permita vivir en el endiablado mundo que compartimos.

Es una muestra impactante desde del punto de vista organizativo e incluso emocional para no pocos, aún a la distancia. Lo que hace el Ayuntamiento de Pamplona es poner a Hemingway en el tapete y lo hace en una buena ocasión: El 90° aniversario de la publicación de “Fiesta”( The sun also rises en el original). En tal sentido el Consistorio pamplonés destacó que Fiesta “supuso la inclusión de Pamplona en la literatura  universal” lo cual no solo es legítimo sino que además  convierte ahora  esta “Fiesta pamplonés” en un “mes Hemingwayano”. Para ello se ha armado una exposición en la Plaza del Castillo con una carpa de 100 metros cuadrados abierta a todo público entre el 2 de diciembre del año en curso hasta el 8 de enero del próximo 2017. La muestra que hará historia en el mundo hemingwayano lleva por nombre “Recuperando a Hemingway-Hemingway bidaide”  e incluye alrededor de 50 fotos en donde se halla el escritor, muchas de ellas inéditas, cartas y otros documentos, como una reproducción de su pasaporte. También hay una reproducción tipo facsímil del artículo escrito por este joven periodista en el que describe, con ese estilo que quiere comenzar a ser un sello, su primera estancia en Pamplona. Hay que recordar que en ese viaje, hoy histórico, le acompañaba su primera esposa Hadley Richardson. Se agregan a la muestra, carteles de las fiestas de San Fermín por el período 1923 a 1931.

Además contiene como programa todo lo que ahora paso a detallar y puede que me falte algo como los vinos y los platos del lugar, que por supuesto tras la actividad, hay que acallar la sed y el apetito.

La agenda incluye a saber:

-Visitas guiadas gratuitas comentadas de la muestra y conducidas por el periodista y escritor Javier Muñoz, autor del libro “Comer con Hemingway” del que ya habláramos en este espacio.

-Hasta agotar existencia y para quien lo desee se halla “La guía Hemingway. La fiesta. Sanfermines, Pamplona  de Victus Rorat (1999) una obra coral que abarca diferentes aspectos del escritor.

-Hay disponible marcapáginas que conmemoran este acto en honor a Hemingway

-El ciclo de actividades en el Consistorio se extenderá hasta el 11 de diciembre.

-Un debate de mujeres corresponsales de guerra de varios países como Francia, Italia y Estados Unidos. Un lujo intelectual para tener muy en cuenta.

-La proyección del documental realizado en el año 2000 por el corresponsal de guerra ya fallecido Manu Leguineche.

-También se incluye un circuito por la “Pamplona Hemingwayana” donde el visitante podrá conocer y recorrer los periplos del escritor por la ciudad. Esta visita está guiada por el escritor Edorta Jiménez y por el periodista y escritor Javier Muñoz. Otro lujo de los organizadores en el que dos intelectuales muestran curiosidades de esta relación de Hemingway con Pamplona.

-No podía faltar y los españoles se enorgullecen de ello, un rincón, un lugar especial, para los lectores, para los que conocen y para los que descubren la obra del escritor.

Soy un extraño al País, soy argentino, no debería abrir más juicios o aplausos pero como un viejo seguidor de Hemingway, me pongo de pie y si aplaudo al Ayuntamiento de Pamplona por esta muestra a la vez que expreso dos conceptos: El primero es que por lo menos cada 2 años lo hagan de nuevo, es decir se repita y segundo que en otros lugares de España también se desarrolle algo parecido. Por respeto no me corresponde mencionar donde ni cuando pero una “Asociación Hemingwayana Española” como alguna vez lo propuse, vale por lo que Hemingway amó esa tierra. Si puedo observar, por lo poco que conozco, que jamás el idioma y la cultura española estuvieron ausentes de ese sentimiento. El resto, para los detractores de siempre, es anecdótico.

¡Felicidades y felicitaciones Pamplona y pamploneses!

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A 30 años de la muerte de Mary Welsh Hemingway.

El 26 noviembre se cumplen 30 años de la desaparición física de Mary Welsh Hemingway. Para ese entonces su vida había cambiado sustancialmente y aunque tuvo la potestad de aparecer como la albacea de Ernest Hemingway la polémica familiar y su entorno fue intenso.

Yo diría que hay tres partes en esta breve nota: La primera es describir quien fue esta mujer en su vida anterior a la aparición de Hemingway. La segunda parte la situaría como ¿Qué pasó y no pasó durante el matrimonio? Y la tercera es obvia, ¿Qué hizo o podía hacer tras la muerte- suicidio- del escritor?

Mary Welsh nació en Minnesota Estados Unidos el 5 de abril de 1908 en una  familia modesta y en un medio modesto. Desarrolló su carrera académica en la Universidad Northwestern y a los 30 años se casó con un compañero de estudios y conformó una relación que duró poco. Luego de ello se fue a trabajar a Chicago y más tarde ganó una posición en Londres en el Daily Express ya en la segunda guerra mundial, Si bien estuvo también en París, cuando esta ciudad cayó en poder de los nazis regresó a Londres. Por esa época conoció y se casó con un colega australiano Noel Monks, relación que como la anterior tampoco fue muy duradera. En 1944 en medio de los bombardeos, cohetes V2, y corresponsales de guerra, encontró a uno muy especial: Ernest Hemingway. Como no podía ser de otra manera intimó con el lo suficiente como para que ambos se unieran en matrimonio en Cuba en 1946, divorcios mediante. Para Mary era su tercer matrimonio y para Ernest el cuarto. Ambos vivieron y   compartieron los afanes de la vida hasta el suicidio del escritor. Hasta aquí la primera parte.

La segunda fue el matrimonio en si mismo. Hace poco se filmó, difundió y criticó no muy positivamente  una película que intentaba  reseñar la vida de Hemingway y su tercera esposa Marta Gellhorn. La película se vendía, o mejor dicho se vendió, como una “relación tormentosa”. No tuvo gran éxito y los especialistas se encogieron de hombros como frente a otras películas con o sin Hemingway. En el caso de la vida con Mary y en especial en los últimos años, la relación que también podría dar para una película, podría calificarse de la misma manera como “tormentosa” agregándole otros adjetivos no menos significativos. Sin ninguna duda que el Hemingway de Gellhorn no es el de Mary.

Además hay que destacar que median 15 años entre su matrimonio y la muerte de Hemingway. Pero los últimos 5 a 7 años son trágicos. A Mary le “tocan” por decirlo burdamente, los accidentes aéreos en Africa, un accidente en auto, la bebida, siempre la bebida. Un mundo inhóspito para un Hemingway sin paciencia que  va perdiendo el motor de su vida: la escritura. El hombre de la disciplina espartana, se encamina a su desfiladero de Las Termópilas. No entregará sus armas, tampoco se rendirá. Se matará el mismo porque si “…no puedo vivir como los animales que he matado, no deseo vivir…”.

En este contexto Mary es testigo de lo bueno y de lo malo y debe aguantar presiones internas y externas, familiares y extra familiares con un Hemingway cada vez más enfermo, más agresivo y más incompresible para ella y para todos, aún cuando esos “todos y cada uno” tengan una “teoría” de la situación.

Sobreviene la internación en la Clínica Mayo y los para muchos innecesarios “choques eléctricos” que no benefician, para nada al enfermo. Hasta Marta Gellhorn opina desde afuera como lo hace notar Jeffrey Meyers en una apuntada biografía (de la cual ignoro si hay traducción al español). Mientras tanto Ernest y Mary se refugian en la casita comprada en 1959 en Ketchum, Idaho. En la madrugada del domingo 2 de julio de 1961, una explosión sobresaltó a Mary. Cuando bajó de su dormitorio, Hemingway ya tenía el cráneo destrozado y no sufría más los dolores físicos y espirituales de este mundo.

La tercera parte es Mary pos Hemingway y acá si hay datos, interpretaciones, juicios, opiniones y todo lo que se pueda imaginar en torno al que ya era un mito en vida, que ahora estaba muerto. Todas las voces se escuchan hasta hoy mismo sin distinción de calibre, sobre el suicidio del escritor. ¡Los que lo precedían y los que lo seguirían! Esto era solo uno de los “temas” del corrillo. Pero además estaba Mary y diría que nadie se olvidaba de ella… para bien o para mal. Diversos adjetivos la acompañarían hasta después de muerta.

Yo estuve en Octubre de 1961 en Nueva York. Allí también escuché sobre Mary. No pude entrevistarla. Nadie supo decirme donde se hallaba. Con el tiempo fui tomando conciencia de todos los temas que faltaron hablar en ese 1961. Por ejemplo las negociaciones sobre Finca Vigía, el material que se hallaba en el banco y que parece que Mary rescató a cambio de la Finca. Solo ella y Hemingway sabían lo que allí había. Luego el ariete cubano usando el nombre de Hemingway, Finca Vigía, el Floridita y otros lugares que frecuentaba el escritor como  demostración antinorteamericana. A su vez Mary donando “La macía” de Miró sobre la que ya algo escribimos a propósito de un libro singular y a la vez hablando con Scribner sobre “algunos” borradores que cuando tomaron forma fueron libros como “Fiesta”, “Islas en el Golfo” “El jardín del edén” y otra vez la polémica sobre las consiguientes rentas económicas que ellos representaban considerando además su traducción. Otro tema no menor fue el derecho al uso del apellido Hemingway, en ropa, cañas de pescar y  armas, ¿A quien pertenecía? Cuestiones jurídicas sin duda que motivaron arduas gestiones.

Toda la documentación disponible a veces habla o a veces insinúa pero señala las discusiones sobre lo que Hemingway dejó en términos de valor económico. La herencia literaria es otra cosa y pareció hallarse lejana, pero reconocible y respetada.

Por fin Mary Welsh vivió un tiempo en Ketchum. Tengo entendido que a la fecha esa propiedad es patrimonio histórico y que van a hacer allí un museo que recoge objetos y la historia del escritor. Luego con todo el caudal de recuerdos se radicó en Nueva York y escribió su autobiografía “How it was” que fue de utilidad para los investigadores de la vida de Hemingway. Diez años después y con un cáncer que  había minado su organismo, el 26 de noviembre de 1986 falleció en el hospital en que estaba internada. Por pedido expreso de ella, su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Ketchum, muy cerca de donde reposa el de Ernest Hemingway.

Escribo esta nota con cierta reminiscencia y respeto por el tiempo que pasó. Quizás hubo posibilidad de conocer a esta mujer para hablar sobre “El Viejo”, pero la oportunidad no fue propicia.

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HEMINGWAY VISTO POR JAVIER MUÑOZ EN UNA ENTREVISTA PARA EL DEBATE

Hace unos días escribí una nota sobre un libro excepcional sobre Hemingway obra de Javier Muñoz, un periodista pamplonés independiente que se atrevió a armar un buen jaleo siguiendo las “huellas” de “El viejo” por Navarra, Euskadi, La Rioja, Aragón y País vascofrancés. Lo hizo con la intervención de 52 cocineros y cocineras de 44 restaurantes, que acumulan 25 estrellas de la grandes-Michelin- más 128 recetas y un sitio web para consultas sin olvidar que el volumen es trilingüe -castellano, inglés y francés- y con tantas cifras he dejado de lado el título provocativo: “Comer con Hemingway”. No concluye todo allí sino que al contexto gastronómico-turístico el escritor pone el acento en Hemingway hablando de él, sus preferencias y sus gustos.

Me llamó poderosamente la atención este enfoque del pamplonés y ahora recuerdo dos detalles para el interesado en Hemingway y lo epicúreo. El primero es una vieja cita bibliográfica. Se trata de una introducción a una versión en español de “El viejo y el mar” de Febrero de 1983.  Allí Carlos Alberto Montaner, un periodista cubano exiliado y nacionalizado español y estadounidense, hablando de Hemingway pone un subtítulo “Una relación gastronómica “y relata pasos de Hemingway por restaurantes de varios lugares. El autor concluye que si visita Kenya y pasa por las faldas del Kilimanjaro inexorablemente daría con el restaurante o la taberna que frecuentaba Don Ernesto. En el caso de España en particular es tal la ligazón de Hemingway con la comida y las bebidas del país que hay para escribir mucho y con detalle.  Es tal, vuelvo a repetir, la ligazón mencionada que por ejemplo se llega al humor y a la paradoja como en Madrid que muy cerca de Botín el restaurante madrileño que en “Fiesta” Hemingway expresa comer cochinillo con un Rioja Alta, hay otro restaurante de buena cocina que no vacila en decir a través de un letrero y lo repito teatralmente: Señores, ¡Aquí no comió Hemingway! Estuve en el y les expresaba que era tanto una virtud como un defecto. No es porque si. Pero es tan fuerte la imagen de “Papá” en esa España temperamental y a la vez de una insoslayable cultura, que se dan hechos como los que acabo de narrar. Cuba mucho mas pequeña no le va en zaga y varios países tienen marcas indelebles.

Pero dejo ahí el tema y como expresaba en la nota anterior debía preguntarle a Javier Muñoz algunas curiosidades que requerían ser aclaradas. Como tal me comuniqué con el periodista y escritor y debo destacar y agradecerle aquí que 24 horas más tarde recibí una respuesta de la que cualquier periodista, mucho más avezado y legítimo que yo estaría orgulloso. Demoré en responderle al autor ante la duda de si ponía su riquísimo texto al público en general o lo recortaba o hacia modificaciones. El decidió con total libertad lo que aquí se publica. Pero primero mi texto original con preguntas:

-1- ¿Porqué Hemingawy?  ¿Cómo nació la idea?

-2-¿Cuánto tiempo duró la ejecución del proyecto? ¿Cuál es la editorial?

-3-¿Están previstas otras áreas, zonas o provincias? Esta obra que todavía no tengo pero la he pedido es magistral en el sentido académico de la palabra. El personaje lo da es cierto pero la idea supera con mucho a otras que conozco pues sigo el tema cocina y enología a través de lecturas y de la literatura. Por ejemplo he leído sobre Proust, Dumas etc. Pero esto impresiona por la contundencia.

-3- ¿Cómo es el Rincón Hemingway donde se presentó el libro? Me pareció ver en las fotos y videos una estatua del escritor como en el Floridita en La Habana.

-4-Una pregunta trascendente: ¿Qué es eso de la mala imagen de Hemingway”?  No pude escuchar el detalle en los videos. ¿Qué palabras expresaste? Si es posible las quiero textuales para reproducirlas. La mala imagen Javier es un tema que viene desde que vivía este señor.

 

Y he aquí un generoso correo de tres páginas del autor de “Comer con Hemingway“el periodista independiente Javier Muñoz nacido en Pamplona en 1972, quien es generoso a la vez con quien le escribe pues sus conceptos sobre mi persona solo me brindan apoyo para mi modesta tarea. El texto que sigue es directo y sincero. No escapa a las preguntas y plantea su posición frente a ellas y al problema o cuestión que esconden.

 “Muchas gracias, Oscar.

Es un honor que alguien con tu bagaje sobre Hemingway hable así del libro-guía ‘Comer con Hemingway’.
Creo que has entendido perfectamente lo que he intentado hacer.
Yo soy periodista de estudios, pero juntaletras de profesión.

Voy a intentar responder a tus preguntas (todas ellas más inteligentes que seguramente mis respuestas).

Por qué Hemingway… Como te decía, siempre he sido un voraz lector, desde adolescente (esto no me viene de familia). Y el escritor que más me impactó fue Hemingway, por esa manera de describir, enumerar, reflejar la realidad (poderosamente periodística) me llenó y, seguramente, me dirigió hacia el Periodismo y no hacia mi verdadera vocación, la Historia. Con el paso de los años las he ido juntando.
A lo largo de este tiempo he trabajado en medios de comunicación, en gabinetes de prensa públicos y privados y todos ellos me han acabado cansando. En todos ha llegado un momento que no tenía nada más que aportar. Entonces decidí trabajar por mi cuenta, trabajando como periodista para terceros (algunas veces como ‘negro’) y siempre buscando ofrecer trabajos propios, libros y revistas, en los que he intentado conjugar historia con turismo y gastronomía.

La presión del trabajador autónomo es grande, más en tiempos de crisis. Y después de pensar mucho y escuchar mucho, vi la necesidad de unir territorios vecinos, que se necesitan y que tienen una cultura, tradición, historia, lengua, deporte y relaciones sociales semejantes. Un territorio que gira alrededor de Navarra y que históricamente siempre han estado ligados.

Y descubrí, por esas cosas de la vida, que esto ya lo había descubierto alguien antes que yo y que lo había dejado escrito: Hemingway. Él es el nexo de unión con cada uno de los cinco territorios de ‘Comer con Hemingway’, porque descubrió un lugar en el que se encontró a él mismo y al escritor que llevaba dentro; un espacio que cambió la literatura anglosajona y la propia vida de Hem. A partir de estas vivencias nada fue igual.

Y descubrí el Hemingway más humano, el que fue capaz de mantener amistades durante toda su vida (algo realmente complicado), el que amaba el territorio, las costumbres, la gente y la gastronomía. Un Hemingway desconocido para la mayor parte de la sociedad, un Hemingway comprometido con lo local, con lo cercano. Y me di cuenta de la manipulación que sufrió por parte del turismo de la dictadura franquista (contra la que él tanto luchó) para vender una España de borrachos, paella, toros y mujeres.

Hemingway, cuando vuelve en el año 1953, se redescubre a él mismo, al joven que dejó en el año 1938, y vuelve a encontrar las ganas de vivir entre la enfermedad y la tristeza patológica. Vuelve a ser él mismo, for ever young! que decía el otro al que le quieren dar el Nobel.

Lo que me saca de quicio es la cerrazón, es ver cómo la imagen franquista se ha incrustado en la genética de la sociedad de estos territorios: Ese viejo que se emborrachaba en la plaza del Castillo, es la frase que se escucha en Pamplona. Pues ese viejo cambió la literatura y puso a todo un territorio, más amplio que Navarra, en la literatura universal. Hace tiempo que hay mucha gente que dice si Hemingway ha sido perjudicial para Pamplona; ignorantes que no saben de qué hablar. Si un Premio Nobel, un Premio Pulitzer, demuestra un amor fuera de dudas por un territorio que no es su patria natal lo normal es ofrecerle gratitud eterna…. y tener la capacidad y la habilidad para canalizar ese regalo.

Aquí nadie había tenido esa necesidad. Mucho egocentrismo y poca autocrítica.

Recuperar el Hemingway de los años 1920-1930, el que se comprometió con una tierra y con unas gentes a las que amó durante toda su vida. Actualizarlo a través de la gastronomía, uno de los patrimonios inmateriales de la humanidad que Hemingway más disfrutó y de los que más habla en sus libros. Y del turismo, del viajero, del placer de conocer lugares y gentes.

Todo se funde en la figura de Hemingway, que sin duda no es el mejor escritor del mundo, pero maestro para escritores como García Márquez, por ejemplo, un maestro para los escritores actuales que critican a Hemingway. No conocen la regla de tres sencilla.

Y entonces surgió la idea. A finales del siglo XIX comenzaron a comercializarse las guías de viaje basadas en escritores y novelas (las guías roja y azul); a estas guías Michelin le unió en 1927 la gastronomía, pero quitó la literatura y la historia. Y como todo está inventado, pues pensé que quizá fuese una buena idea unir literatura, gastronomía y turismo, con dosis de naturaleza, arte e historia, en un territorio formado por Navarra, Euskadi, La Rioja, Aragón y País Vasco francés separado por unas fronteras políticas y administrativas que nunca han existido en la mente de sus gentes.

Desde que descubrí la idea hasta la publicación de ‘Comer con Hemingway’ han pasado dos años. Y ahora las administraciones comienzan a ver la necesidad de unir, eso Hemingway ya lo sabía y los cocineros también. La editorial soy yo mismo, he podido cubrir los gastos con la colaboración de administraciones y empresas privadas.

Sí tengo en mente varios proyectos relacionados, pero aún no tengo claro cuál debe ser el siguiente. Voy a dejar unos meses de reposo para seguir promocionando la actual guía y ver qué pasa. Hemingway era muy generoso y creo que también hay que darlo a conocer al público en general, y no solo a los hemingwayanos. Un tipo muy culto, muy comprometido, muy cercano, muy amigo de sus amigos y muy ligado al territorio, a la tierra.

El Rincón de Hemingway se encuentra en el Café Iruña de Pamplona. Se creó para homenajear a Hemingway; es un lugar poco conocido. De hecho, en Pamplona y en Europa en general creo que se conoce poco a Hemingway, se conoce su imagen, pero no a la persona.

Botín; voy a presentar el libro en Botín creo que el 21 de noviembre. Me hace mucha ilusión presentar el libro en los lugares donde estuvo Hemingway: Pamplona, Café Iruña; Bilbao, Hotel Carlton; Madrid, Botín…

La mala imagen creo que ya le he explicado antes, pero parece que aquí no se ha sido agradecido con el regalo de Hemingway. Ha sido cuestión de ineptitud y creo que se puede recanalizar. Es muy fácil echarle las culpas de la falta de capacidad a otro, y si encima está muerto o suicidado… No puede ser que se tenga un debate de si Hemingway benefició o perjudicó a Pamplona y a las fiestas de San Fermín. Si alguien con reconocimiento internacional solo dice cosas buenas de ti lo que hay que hacer es agradecerlo y canalizarlo, no llenarte los bolsillos manteniendo la imagen franquista (hasta ahora) y luego echarle las culpas por el bajo nivel turístico de los Sanfermines. Qué poca vergüenza!

Lo que me gustaría es dar las gracias al maestro cocinero Luis Irizar, él vio muy claro el proyecto y sus posibilidades. La verdad es que todos los chefs han sido una de generosos que Hemingway.

Creo que era necesario actualizar a Hemingway y presentar la realidad (había gente que se pensaba que era franquista, hay que joderse). Devolverlo a lo que tú dices, ciudadano del mundo; amante del terruño; el que amaba lo local y lo hizo universal.

Seguro que hay cosas que no te he respondido, dímelo e intentaré ser más concreto.

Muchas gracias, Oscar por tu amabilidad, porque sé que tú sabes de Hemingway cien mil veces más que yo.

Para todo lo que necesites, ya sabes dónde estoy. Creo que vives en Argentina (por el dominio de tu blog), pero si estás en Madrid el 21 me encantaría tomar un vino.
¡Salud!

munoz

Javier Muñoz

 

 

 

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Hemingway: Un libro excepcional invita a compartir una comida con el escritor.

Un periodista pamplonés produce una revolución inesperada pero necesaria en el mundo hemingwayano. Lo hace desde la óptica de la gastronomía, la enología, el turismo  y porque no desde el concepto del epicureismo hemingwayano.

Así es, Javier Muñoz dio a conocer su libro-guía “Comer con Hemingway”. El periodista logra unir tres vectores como son la gastronomía, el turismo y desde luego los pasos y huellas de Hemingway en esta España que el escritor confesó que amaba. Cuestión esta última que siempre destaco pues es una pauta cultural importante en este hombre que es un “ciudadano del mundo”. Por ello las “huellas” de “El viejo” son seguidas en Navarra, Euskadi, La Rioja, Aragón y País vascofrancés.

Muñoz no lo hace solo, se vale del conocimiento, experiencia y colaboración de 52 cocineros y cocineras, que pertenecen a 44 restaurantes y un dato para los que nos gusta la cocina, entre todos ellos suman 25 estrellas Michelin. En el texto se ofrecen recetas que interpretan la gastronomía de cada zona. Los “chefs” no son egoístas. Brindan 128 fórmulas y el autor ya previó un sitio web www.comerconhemingway.com para las consultas del caso para quienes han adquirido el libro y desean detalles sobre el desarrollo de las recetas. Estas consultas no solo pueden orientarse a la gastronomía, sino también a los lugares  y en especial al hombre que motiva tamaño esfuerzo del periodista pamplonés: Ernest Hemingway a quien, además, le sorprendería  encontrarse con una buena cantidad de fotos inéditas para la mayoría de sus seguidores. Hay que recordar que si la historia es correcta, el primer contacto del escritor con España, en ese entonces casado con Hadley Richardson su primera esposa, visita con ella  Pamplona. Es la primera marca a mi juicio de la “hispanidad” que sentirá Hemingway hasta el fin de sus días. Por otro lado el Nóbel 1954 de Literatura hoy sigue uniendo gente y territorios. En este caso se unen cinco territorios  con lugares recorridos por el motivador de este texto.

El libro-guía es trilingüe, castellano, inglés y francés  y se presentó en coincidencia con los noventa años de la aparición de “The sun also rise” obra conocida en su traducción como “Fiesta”.

Hay dos detalles que quiero destacar: Primero la tarea desplegada por Javier Muñoz para el logro de una obra de esta envergadura y naturaleza. No conozco tanto, pero no ubico un libro similar que en el cual converjan aspectos hemingwayanos, algunos destacados y otros desconocidos. Por otra parte favorece en la actualidad la presencia de una gastronomía y una enología cuidadas y elaboradas conservando tradiciones e innovando con la modernidad en cada terruño. Es un lujo cultural que el lector del libro se verá tentado a recrear en el lugar mismo que se cita. Es una invitación al viaje.

Lo segundo es que me reservo aspectos de este tema en general para preguntarle a Javier Muñoz mis curiosidades que son varias. De paso el ya me autorizó. De manera que le estaré enviando mis interrogantes a este joven periodista que debe haber dejado boquiabierto a más de un seguidor de Hemingway en un momento donde y sin recurrir a citas políticas específicas, la figura de Hemingway tiene un resurgir yo diría,  metaliterario.

Mientras tanto, el texto del pamplonés marca una bisagra en las obras acerca de Hemingway y su mensaje es diferente pues destaca el Hemingway humano y afectuoso del cual, diría por saberlo hace más de medio siglo, casi nunca se habla.

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Hemingway: Un foro binacional estudia la conservación de Finca Vigía.

Ernest Hemingway ha sido y es un hito y parece que lo será también en el futuro en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Hemingway, un ciudadano del mundo, luego de conocer y asentarse en Key West, en sus periplos náuticos descubrió Cuba. No solo le interesó por su belleza natural sino también por la paz que trasuntaba para él. Se hallaba lejos de escritores, periodistas y personas que hacían ruido en su trabajo. La compra de Finca Vigía en los alrededores de La Habana, primero alquilada como suele suceder, le brindó uno de sus puntos de asentamiento al que no renunciaría de por vida.

El tiempo que vivió en la Finca fue casi un cuarto de siglo de su ajetreada existencia. Allí parecía tenerlo todo. Era ese lugar en el mundo tan buscado por todos. Este era su refugio en un mundo convulsionado por guerras y confrontaciones a las que asistió y de las que tomó duras experiencias traducidas en palabras memorables.

El escritor ya muy enfermo se fue de Cuba, quizás sin saber o presentir que era por última vez, pero con la convicción subyacente de regresar. Allí quedaron sus manuscritos tan importantes para el. Eran textos en los que venía trabajando, pero ya no con la disciplina espartana que no me canso de destacar y de repetir cada vez que puedo hacerlo.

El Hemingway que se va no se despide. Como tantas veces solo dice hasta luego. A la distancia uno puede o quiere creerlo así. Pero ya no regresará jamás. Dejaba atrás una veintena de años vividos allí solo interrumpidos por sus frecuentes viajes. Pero con su ausencia nacen hitos casi míticos que marcan a la isla para siempre: el canario cubano Gregorio Fuentes, el barco Pilar, Cojímar, el hotel Ambos Mundos, el Floridita, la Bodeguita del medio y la casa Finca Vigía, con trofeos de caza, con fotografías, cartas,  notas, bitácoras, una biblioteca de 9000 volúmenes y tras ello un sinfín de visitantes famosos por uno u otro motivo. Curiosamente o no, textos, cuadros y alguna otra documentación estaban guardados bajo llave en el Banco Nacional. Eso se supo después La pregunta es si fue siempre así por precaución ante cada ausencia o fue por esta única vez.

A la fecha han trascurrido 55 años de su desaparición física y hace unos días, el 12 de octubre,  en un foro binacional se trató un tema central: La situación presente y futura del patrimonio del escritor en Cuba, concretamente, Finca Vigía.

El  encuentro se realizó en Boston en la Biblioteca Presidencial John F. Kennedy. El objetivo macro fue la colaboración bilateral entre Estados Unidos y Cuba en forma permanente, como una salvaguardia o garantía que todo el inmenso legado físico dejado allí por “El viejo” siga vigente y en perfecto estado no solo para ambos países, sino para toda la humanidad llámense turistas, investigadores, curiosos, periodistas, historiadores, en fin toda persona a quien le interese el escritor y su vida.

Por el gobierno anfitrión estuvo el representante James McGovern de gran trayectoria y acción en el tema, la directora del Museo Hemingway-Finca Vigía en Cuba, Ada Rosa Alonso y la ex curadora  de la colección del escritor en la Biblioteca Kennedy, Susan Wrynn. No tengo información si Mary-Jo Adams, Directora de la Fundación Finca Vigía con sede en  Boston participó del encuentro.

La reunión incluyó al presentador de televisión Bob Vila que estuvo trabajando en la restauración de la casa de Hemingway. Vila es hijo de inmigrantes cubanos.

No dispongo todavía de conclusiones formales o de algún informe brindado por el foro. Pero la cuestión Finca Vigía se inicia con la misma muerte del escritor y converge hoy en un punto de encuentro. No es poca cosa luego de tantos años.

En una situación de alta tensión política entre ambos países no fue fácil para ninguna de las partes armar una colaboración sistemática. Hubo, como fui testigo en Finca Vigía por ejemplo, lo que era un secreto a voces como suele decirse, de la presencia de un “restaurador” extranjero del “Pilar”. Yo lo vi trabajando en el barco. Como se diría vulgarmente estaba allí de “contrabando”. Es decir estaba físicamente pero no estaba “oficialmente”. La política permite o acepta estas situaciones más allá y más acá de las buenas voluntades y de los esfuerzos de unos y otros.

Ahora con el “deshielo” como le llaman algunos o cuasi deshielo  como le pueden llamar otros, en junio por ejemplo y por gestión directa de la Fundación Finca Vigía con sede en Boston “desembarcaron” alrededor de 900.000 dólares, (si, léase bien), en materiales y equipos incluso con detalles mínimos como gafas de protección para los trabajadores. Todo está dedicado a construir una instalación de unos 200 metros cuadrados en terrenos de la Finca. Esto será un taller de mantenimiento guarda, protección y conservación de materiales provenientes de la misma casa museo.

Los donantes fueron empresas privadas como la Fundación Caterpillar y Caterpillar Inc., la Fundación AT&T, la Fundación Ford y la empresa  American Express. Como detalle vale apuntar que específicamente la empresa Caterpillar, a través de su Fundación, había donado para Finca Vigía la suma de 500.000 dólares.

Por su lado Cuba afirma haber invertido un millón de dólares desde que asumió la propiedad de la casa. Lo cual significan varios miles de millones de pesos cubanos.

Fue transcendente e incluso de no creer, lo que se vivió al abrirse contenedores de unos 12 metros de largo provenientes de Estados Unidos. La misma directora de la casa museo en Cuba confesó que “fue emocionante ver sacar las cosas de los contenedores”. Hasta habló  que Finca Vigía podía convertirse en un modelo para otros proyectos de preservación en la misma Cuba. Al margen de lo expresado por ella, sin ninguna duda la riqueza patrimonial de la isla es de gran importancia en todo el Caribe. La Habana Vieja comparte esa virtud con Cartagena de Indias, México y otros países que también poseen patrimonios físicos de valor para toda la humanidad. La alegría y las alabanzas de la Directora tienen fundamento y son reales.

Sin embargo para algunos todavía hay dificultades para el acceso directo a la información que se halla en Finca Vigía. Aunque las fuentes pueden atribuirlas a cuestiones que siguen siendo políticas también es cierto lo que observan los especialistas  y es que a los documentos originales solo pueden tener acceso los conservadores ya que su manipulación en forma directa puede no ser beneficiosa. Hay que tener en cuenta que para muchos papeles hay mas de medio siglo de existencia en un sitio rodeado por una naturaleza generosa en humedad, calor e insectos y que no siempre la hoy bellísima casa museo estuvo protegida y cuidada.

Por último hay que recordar que este proceso tiene un hito trascendental cuando en septiembre de 2002 el representante demócrata por el estado de Massachusetts James McGovern viaja a Cuba acompañado por especialistas norteamericanos para estudiar un acuerdo con los especialistas cubanos, acerca de la conservación de toda la documentación que dejara Hemingway en la Finca. Desde allí en más hay que sumar el esfuerzo titánico de la Fundación Finca Vigía con sede también en Boston, para la protección y restauración  de la casa del escritor en Cuba.

La actualidad es prometedora en todo sentido y la puesta en marcha del taller de mantenimiento es fundamental para mantener en correcto estado el legado material de este escritor singular y casi único por su propia vida.

No puedo dejar de agregar dos “perlas” periodísticas como defecto profesional de un ex periodista.

La primera es que la Fundación Finca Vigía, fincafoundation.org fue fundada por una señora llamada Jenny Phillips casada con el señor Frank Phillips. Esto no tendría nada de raro sino fuera que el apellido de soltera de la señora es Perkins y es nada más y nada menos que la nieta del editor de Hemingway en Scribner, llamado Maxwell “Max” Perkins. Este es otro personaje singular. Perkins, amigo entrañable del escritor  y promotor de otros grandes escritores motivó, por su talento, que se filmara su vida y esta apareciera como la película titulada “Genius” recientemente estrenada con un guión basado en la vida de Perkins a partir del libro “Max Perkins: Editor of Genius” de A. Scott Berg que le valió el Premio Nacional del Libro 1978. Ahora “Genius” (en España “El editor de libros”) estuvo nominada para competir por el Oso de Oro en el 66° Festival Internacional de Cine en Berlín.

Pero la segunda “perla” es tan importante como esta o más porque testifica en forma irrefutable el afecto de Hemingway por Perkins. La obra “El viejo y el mar” está dedicada a dos grandes amigos y a la vez a dos importantes personas en la vida de Ernest Miller Hemingway. Esa dedicatoria reza así: “A Charlie Scribner y a Max Perkins”. No hace falta decir nada más.

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